Mil ramos de rosas (1996)

“Mil ramos de rosas” es una película que, al principio, se presenta como una curiosidad estilística, una especie de postal visual que busca evocar un sentido de melancolía y el misterio de lo inesperado. Sin embargo, a medida que avanza, la película revela una complejidad emocional y un tratamiento del melodrama que, aunque no perfecto, resulta bastante cautivador. La dirección de Miguel Iglesias no se limita a registrar la vida de Lisa (Tilda Masterson), una ejecutiva de inversiones que ha perdido el contacto con sus emociones y la vida fuera del mundo corporativo, sino que construye una atmósfera densa y contemplativa, utilizando la fotografía de Miguel Giménez y la banda sonora de Mario Córdova para crear una sensación de aislamiento y anhelo.

Masterson ofrece una actuación magistral. Logra transmitir la vacuidad emocional de Lisa de una forma sutil pero contundente. La actriz domina la fisura entre la fachada profesional de Lisa y su dolor interior. Su mirada, a menudo ausente y distante, es la principal herramienta narrativa, reflejando la desconexión que siente de sí misma y de sus relaciones. No se trata de un personaje fácil de amar o de comprender, pero su vulnerabilidad, escondida tras una armadura de éxito y control, es lo que la hace tan fascinante. La película se beneficia enormemente de su actuación, convirtiendo a Lisa en un personaje complejo y comprensible a pesar de su aparente frialdad.

El guion, aunque algo lento en el desarrollo inicial, se beneficia de una estructura no lineal que introduce flashbacks que ofrecen pistas sobre el pasado de Lisa, las causas de su distanciamiento emocional y, sobre todo, la naturaleza de su relación con el remitente de los ramos. Estas escenas evocan un pasado de amor, pérdida y culpa, elementos que se entrelazan con la trama principal, añadiendo capas de significado y subrayando la desesperación de la protagonista. Si bien la construcción de la historia no es particularmente original, el guion evita los clichés del género melodrama, optando por un enfoque más introspectivo y psicológico. La resolución del misterio, aunque predecible, es satisfactoria por su honestidad emocional y su impacto en el desarrollo final del personaje.

Es importante señalar que la película no ofrece respuestas fáciles. “Mil ramos de rosas” se centra en el proceso de reconexión emocional, en la aceptación del dolor y la búsqueda de redención. El ritmo pausado y la atmósfera melancólica pueden no agradar a todos los espectadores, pero para aquellos que aprecien un melodrama reflexivo y bien ejecutado, la película es una experiencia gratificante. La fotografía y la banda sonora, en conjunto, elevan la experiencia visual y sonora, creando una atmósfera de ensueño y nostalgia que perdura mucho después de que los créditos finales aparecen en pantalla. Es una película que te invita a reflexionar sobre la importancia de las emociones, el valor de las relaciones humanas y la necesidad de conectar con nuestro propio ser.

Nota: 7.5/10