Mil Uno (2023)

“Mil Uno” no es una película que te atrape con un despliegue visual impactante o efectos especiales deslumbrantes. Es, en cambio, una obra que se instala en lo más profundo, como un recuerdo lejano que resurge de repente, envolviéndote con una atmósfera de inquietud y un peso emocional palpable. La película de Diego Martí nos cuenta la historia de Inez, una mujer en la Nueva York de los años 90 que, enfrentada a la fragilidad de su vida y a las dificultades inherentes a su situación, toma una decisión radical: secuestra a su hijo Terry. No se trata de un acto de desesperación, sino de una búsqueda de autonomía y de un intento de construir una vida, aunque sea fuera de la ley, basada en el amor incondicional.

La dirección de Martí es sutil pero magistral. Evita la sentimentalidad excesiva, optando por un realismo crudo y naturalista que captura la complejidad de la relación entre Inez y Terry. No hay heroísmo ni demonización; aborda la historia desde el punto de vista de Inez, permitiéndonos comprender, aunque no necesariamente aprobar, sus actos. La película se centra en el proceso de la convivencia, en los pequeños detalles que construyen una vida juntos: las comidas, los juegos, las discusiones, la rutina. Estos momentos cotidianos son esenciales para entender la fuerza de su vínculo y el precio que pagan por ello.

El núcleo de la película reside en las actuaciones de Paula Gaitán y el joven Álvaro Fernández. Gaitán ofrece una interpretación poderosa y matizada. Su Inez es una mujer atormentada por el pasado, vulnerable pero con una determinación inquebrantable. Transmite una mezcla perfecta de miedo, dolor, frustración y esperanza. Fernández, por su parte, es extraordinariamente convincente como Terry. Su personaje evoluciona a lo largo de los años, mostrando la inteligencia y la sensibilidad de un niño que, a pesar de su peculiar situación, busca su lugar en el mundo. La química entre ambos actores es innegable, y su interacción es el alma de la película.

El guion, adaptado de la novela homónima de María Dueñas, se distingue por su lentitud y por su meticulosidad. No se apresura a exponer la trama, permitiendo que los personajes se desarrollen de forma orgánica y que la tensión se acumule gradualmente. El guion explora temas profundos como la maternidad, la soledad, la justicia social, la libertad y el amor. Si bien la narrativa puede resultar pausada para algunos espectadores, contribuye a la atmósfera inquietante y a la reflexión que la película genera. La novela, que ya poseía una buena base, se traduce con fidelidad en la pantalla, conservando la fuerza y la complejidad de la historia original. La película no ofrece soluciones fáciles, dejando al espectador con preguntas incómodas y con la necesidad de contemplar el impacto de las decisiones tomadas.

Nota: 8/10