“Millones” (2004), dirigida por Chris Coghill, es una película que, a pesar de su aparente simplicidad, logra plantear una reflexión profunda sobre el valor de la vida, la inocencia y la diferencia entre la acumulación material y la verdadera riqueza interior. La historia, centrada en los hermanos Anthony y Damian, tras la temprana muerte de su madre, se desarrolla en un entorno rural de Inglaterra y nos presenta a dos niños que, ante el dolor y la incertidumbre, responden de maneras radicalmente distintas. La película no se centra en la trama en sí, sino en la manera en que la experiencia de encontrar una bolsa llena de dinero altera y, paradójicamente, sirve para revelar sus personalidades y perspectivas del mundo.
La dirección de Coghill es notablemente contemplativa y evocadora. La atmósfera rural, impregnada de melancolía y una belleza agreste, se complementa con una cinematografía precisa que acentúa la vulnerabilidad de los niños. No se recurre a artificios visuales grandilocuentes; la fuerza de la película reside en la sutileza de la imagen y el uso del silencio, elementos que contribuyen a generar una sensación de intimidad y autenticidad. La banda sonora, sutil pero efectiva, acentúa las emociones sin ser intrusiva.
Las actuaciones de los jóvenes protagonistas, William Maples y Samuel Bottomley, son, sin lugar a dudas, el corazón de la película. Maples, interpretando a Anthony, es excepcionalmente realista, transmitiendo la madurez precoz y el pragmatismo de un niño que, ante la adversidad, intenta mantener el control. Bottomley, en cambio, ofrece una interpretación conmovedora de Damian, el niño que se aferra a la fantasía y a la fe para entender el mundo. Ambos actores logran una conexión palpable y, por ende, que la historia resuene con el espectador. Las interpretaciones no son grandiosas, pero son profundamente honestas y vulnerables.
El guion, de James Griffiths, es quizá el aspecto más interesante y memorable de la película. La forma en que la aparición de los billetes desata una serie de eventos oníricos y reflexiones filosóficas es ingeniosa y original. La película no ofrece respuestas fáciles, sino que invita a la audiencia a cuestionar los valores que nos dicta la sociedad y a considerar qué es realmente importante. La película no se limita a mostrar la búsqueda de dinero como un fin, sino que explora cómo esa búsqueda puede distorsionar la percepción de la realidad y alejarnos de lo esencial. La resolución, aunque no es un final feliz en el sentido tradicional, es resonante y profundamente conmovedora, subrayando la importancia de la memoria y el vínculo familiar. El guion evita el sentimentalismo gratuito y se enfoca en la belleza de la experiencia infantil.
En definitiva, “Millones” es una película que, más allá de su premisa inicial, ofrece una meditación sobre la vida, la muerte y la búsqueda de sentido. Es una joya cinematográfica para aquellos que buscan reflexiones profundas en un formato accesible y emotivo. Nota: 8/10