Míos, tuyos y nuestros (2005)

“Míos, tuyos y nuestros” no es, de ninguna manera, una epopeya familiar que redefine el género. Sin embargo, en su intento de explorar las complejidades de la convivencia y la familia extendida, consigue entretejer una historia sorprendentemente entretenida y, en ciertos momentos, conmovedora. La película, bajo la dirección de Roger Crowley, se mantiene a un ritmo constante, evitando caer en la melodramatización excesiva que a menudo asalta este tipo de comedias familiares. Crowley logra capturar la sensación de desbordamiento que Frank y Helen, con sus respectivas familias numerosas, deben experimentar en el día a día, y eso se traduce en escenas genuinas de caos y humor.

Las actuaciones son un pilar fundamental del éxito de la película. Dennis Quaid aporta una humanidad palpable a Frank, un hombre sencillo y dedicado que se encuentra, de repente, ante una nueva y abrumadora realidad. Su transformación, desde la incredulidad inicial hasta la aceptación y el cariño, es creíble. Rene Russo, como Helen, es igualmente convincente, transmitiendo una fortaleza innegable y una vulnerabilidad bien medida. La dinámica entre los dos actores principales es excelente, la química fluye de manera natural y sus interpretaciones son sólidas. Los hijos, un elenco de actores jóvenes, ofrecen un rango interesante de personalidades, desde los más ordenados y rebeldes hasta los que simplemente buscan un poco de atención. Algunos, como los interpretados por los Hermanos Olsen, aportan momentos particularmente cómicos, aunque a veces el humor se siente un poco forzado.

Sin embargo, el guion, aunque decente, no alcanza la excelencia. El conflicto central, la oposición entre las familias Berdsley y North, es un tropo conocido, pero no se explora con la profundidad que podría haberle dado mayor resonancia. Se dejan entrever las raíces de la discordia –la influencia de los matrimonios fallidos y los traumas pasados– pero no se profundiza lo suficiente. El ritmo acelerado, aunque ayuda a mantener la atención, también impide el desarrollo de algunos personajes secundarios y reduce el impacto emocional de ciertos momentos. La película se enfoca demasiado en la comedia y el caos, relegando a un segundo plano la exploración de las complejidades emocionales de la relación entre Frank y Helen. Se podría haber beneficiado de momentos más introspectivos que permitieran un mayor entendimiento de sus motivaciones y sentimientos.

A pesar de sus deficiencias, “Míos, tuyos y nuestros” es una película agradable y entretenida, ideal para una noche de cine en familia. No es una obra maestra cinematográfica, pero ofrece un buen entretenimiento y un mensaje positivo sobre la importancia del perdón, la aceptación y el amor. La película consigue evocar la idea de que, a veces, la familia no se elige, sino que se construye a través del tiempo y las experiencias compartidas, incluso las más caóticas.

Nota: 6/10