Mira quien habla también (1990)

“Mira quien habla también” es una comedia familiar que, lejos de ser un espectáculo explosivo, ofrece una observación sutil y, a menudo, conmovedora de la vida doméstica. Dirigida por Taika Waititi, la película se centra en John, un taxista con sueños de volar, y su extraña y particular vida familiar, un crisol de niños con personalidades vibrantes y un nivel de caos que podría eclipsar incluso a la más desordenada de las familias. La película no se busca entretener primariamente con chistes fáciles, sino que construye su humor a partir de las dinámicas de estas relaciones complejas, el amor torcido y, sobre todo, la dificultad de la paternidad en la era moderna.

La dirección de Waititi es, como suele ser habitual en su filmografía, magistral. Su estilo, marcado por el absurdo y la melancolía, se integra perfectamente en la historia, creando una atmósfera que es a la vez divertida y ligeramente inquietante. Observa los personajes con una empatía genuina, dándoles libertad para ser ellos mismos, sin juzgar sus peculiaridades. Su uso del color es particularmente notable, creando contrastes visuales que reflejan el contraste entre la aparente normalidad de la vida de John y la locura que ocurre en su hogar. Sin embargo, la película evita caer en el sentimentalismo barato, manteniendo un equilibrio delicado entre la risa y la emoción.

Las actuaciones son excepcionales. Rhys Thomas como John está absolutamente perfecto. Su personaje es un hombre simple, soñador y quizás un poco torpe, pero con una profunda necesidad de conexión y amor. Su evolución a lo largo de la película, a medida que se enfrenta a la complejidad de su familia, es creíble y conmovedora. Pero el verdadero corpulento trabajo lo realiza Sam Percey como Mickey, el niño con una capacidad asombrosa para la destrucción. Su comportamiento es, en ocasiones, exasperante, pero también entrañable. Maggie Smith, en un papel sorprendente como la abuela de John, aporta una capa de sabiduría y ternura a la narrativa. Su actuación, aunque breve, es absolutamente brillante. La química entre los actores es evidente y fundamental para el éxito de la película.

El guion, escrito en su mayoría por Waititi y Jemaine Clement, destaca por su originalidad y su capacidad para la observación social. El humor no es constante, sino que se revela gradualmente a través de las conversaciones, las interacciones y las situaciones cotidianas. La película aborda temas como el fracaso, el arrepentimiento y la búsqueda de la felicidad de una manera sutil y reflexiva. Si bien algunos diálogos pueden resultar un poco rebuscados, en general, el guion es inteligente y provoca la reflexión. La narrativa principal, centrada en la reconciliación entre John y su padre, es conmovedora y llena de momentos genuinos. La película no se centra en la trama, sino en el viaje emocional de sus personajes.

Nota: 7.5/10