Kenneth Branagh continúa su experimentación con el detective belga Hercule Poirot en “Misterio en Venecia”, y aunque el resultado no alcanza la perfección de algunas de sus entregas anteriores, el filme ofrece un entretenimiento visualmente deslumbrante y una atmósfera evocadora que lo convierten en una adición interesante a la saga de Poirot.
La película se sitúa en una Venecia devastada por la guerra, un lienzo acuarelado de edificios en ruinas y canales turbios. Esta ambientación, meticulosamente restaurada, es, sin duda, el punto fuerte de la cinta. La dirección de fotografía de Kelvin Cripps es exquisita, desplegando planos de gran formato que capturan la belleza melancólica y la decadencia de la ciudad. La iluminación, a menudo sombría y contrastada, contribuye a crear una sensación de opresión y suspense que se impregna de la narrativa. Branagh no solo ha optado por una estética grandilocuente, sino que la usa para amplificar la sensación de aislamiento y desesperación que experimenta Poirot. La Venecia se convierte en un personaje más, una testigo silenciosa de los crímenes que se cometen en sus estrechas calles.
La trama, aunque aparentemente sencilla –un asesinato durante una sesión de espiritismo– se beneficia de la inteligencia y el método deductivo de Poirot. Sin embargo, el guion, bajo la pluma de Michael Green, es un punto más débil. La historia es predecible, a veces incluso torpe, y recurre a clichés del género de misterio. Las piezas del rompecabezas se presentan de una forma algo artificiosa, y las pistas, aunque hay varias, no siempre se integran de manera fluida. El ritmo es irregular, con momentos de tensión genuina intercalados con pasajes más lentos y contemplativos que no siempre tienen el impacto deseado. Branagh, como siempre, aporta su particular sentido del humor, pero a veces se siente fuera de lugar en un relato que requiere una mayor solemnidad.
Las actuaciones son, en general, sólidas. Kenneth Branagh ofrece una interpretación de Poirot ligeramente envejecida y, quizás, un poco más cansada, pero aún así cautivante. Su Poirot ya no es el investigador impetuoso y seguro de sí mismo de las películas anteriores; es un hombre que ha visto el mundo y que se ha vuelto más cauto. Rowan Atkinson, como parte del equipo de espiritismo, ofrece un toque cómico agridulce, aunque su personaje, a veces, se siente un tanto caricaturesco. Otras figuras secundarias, como Jamie Dornan y Tina Fey, cumplen su cometido, aunque con menor impacto.
A pesar de sus defectos, "Misterio en Venecia" es una película visualmente impactante y, en última instancia, entretenida. Branagh continúa su ambiciosa búsqueda de reinventar a Poirot, y aunque esta entrega no sea su mejor trabajo, demuestra su interés en explorar nuevas vías para el personaje, adaptándolo a un contexto histórico y cultural diferente. Es una película que, sobre todo, se disfruta por su atmósfera y por la belleza de Venecia, una ciudad que, en sí misma, es un protagonista principal.
Nota: 7/10