La reciente adaptación de ‘Moby Dick’ de Herman Melville, dirigida por verisimilitud, es una experiencia cinematográfica ambiciosa, aunque no sin sus trabas. Es, sin duda, una película que exige esfuerzo del espectador, y que recompensa la paciencia con una atmósfera densa y un retrato, en última instancia, fascinante de la obsesión y la locura humana. La película no busca un espectáculo visual llamativo, sino que se centra en la introspección, en la lucha interna del capitán Ahab y en la gradual erosión de la razón por el poder del odio.
La dirección de Paul Greengrass, conocido por su enfoque documental, se manifiesta en una película que evita la grandilocuencia. Las imágenes son crudas, a menudo filmedo en locación, con un realismo impactante que enfatiza la brutalidad del mar y la dura vida de la tripulación del Pequod. No hay concesiones a la espectacularización; el barco ballenero es un lugar sucio, peligroso y desolador, y Greengrass no duda en mostrarlo. Esta estética, lejos de ser un simple recurso, es fundamental para comprender la psicología del personaje de Ahab y su progresiva desconexión de la realidad.
La interpretación de Brendan Fraser como Ahab es, sin duda, el corazón de la película. Fraser abandona sus papeles más comerciales para sumergirse en un personaje atormentado, consumido por un deseo de venganza que lo deshumaniza. Su actuación es sutil pero poderosa, transmitiendo la frialdad, la determinación y la melancolía del capitán. La película se vale de un lenguaje corporal pausado y de miradas penetrantes para revelar la tormenta interior de Ahab. El resto del reparto, compuesto por un elenco internacional talentoso, ofrece también interpretaciones sólidas, particularmente Ray Liotta como Starbuck, el primer oficial que intenta, con creciente desesperación, frustrar los planes de Ahab.
El guion, adaptado de la novela de Melville, no intenta ser una literalidad fiel al texto, lo cual es comprensible dada la complejidad del original. Se toman ciertas libertades para condensar la trama y enfocarse en los momentos más cruciales del conflicto interno de Ahab. Sin embargo, se mantiene el espíritu de la novela, explorando temas como la ambición, la fatalidad, el poder de la naturaleza y la búsqueda de significado en un mundo aparentemente caótico. La película no ofrece respuestas fáciles, sino que plantea preguntas inquietantes sobre la naturaleza humana y la relación entre el hombre y el mundo natural. El diálogo, a menudo fragmentado y lleno de referencias a la novela, exige atención del espectador, pero recompensa esa atención con momentos de gran intensidad emocional y filosófica.
En definitiva, 'Moby Dick' es una película exigente, pero ineludible para los amantes del cine que buscan obras que desafíen su intelecto y sus emociones. Es una película sobre la locura, la ambición y la inevitabilidad del destino, un testimonio de la obra maestra de Melville.
Nota: 8/10