Moloch (2022)

“Moloch” no es una película que te seduce suavemente; es un golpe en la cara. Esta primera película del director Martijn de Vos no busca entretener con un ritmo vertiginoso, sino que se sumerge en una atmósfera de angustia palpable y terror psicológico, un territorio más familiar para aquellos acostumbrados a las propuestas más inquietantes del cine europeo. La película se centra en Betriek, una mujer que, tras un ataque violento, se ve forzada a cuestionar la realidad y la seguridad de su entorno, arrastrándonos a una espiral de paranoia y desconfianza.

La dirección de de Vos es magistral en su simplicidad. Evita los trucos visuales ostentosos y se concentra en la construcción de la tensión a través de la puesta en escena, la iluminación y el uso del sonido. La turbera, con su niebla espesa y su atmósfera opresiva, se convierte en un personaje más, un espacio de peligro latente y de aislamiento que refleja el estado mental de Betriek. El uso de la cámara, a menudo lenta y observadora, contribuye a la sensación de vulnerabilidad, como si la propia película estuviera intentando proteger a la espectadora de la amenaza que se avecina. La fotografía, con tonalidades grises y apagadas, acentúa la atmósfera sombría y desoladora, y refleja el conflicto interno de Betriek.

El núcleo de la película reside en el personaje de Márcus Höppner, quien interpreta a Betriek. Su interpretación es excepcionalmente cautivadora. Höppner no recurre a gestos dramáticos, sino que transmite la confusión, el miedo y la desesperación de Betriek a través de la sutileza de la mirada y la expresión facial. Su actuación es una muestra de control emocional, mostrándonos la fragilidad y el creciente terror que siente ante lo desconocido. El resto del elenco es competente, aunque sus papeles son secundarios, pero contribuyen a la sensación de que Betriek está rodeada de sospechosos.

El guion, adaptado de un relato de la escritora holandesa Marieke van den Ham, es deliberadamente ambiguo y abierto a múltiples interpretaciones. La película no ofrece respuestas fáciles, sino que plantea preguntas inquietantes sobre la naturaleza del mal, la memoria y el poder del trauma. La historia se basa en una serie de encuentros extraños y en la sensación constante de que alguien o algo está observando a Betriek. El ritmo pausado, aunque pueda resultar lento para algunos espectadores, permite que la tensión se acumule gradualmente y que la atmósfera se vuelva cada vez más opresiva. El guion no intenta explicar la entidad que persigue a Betriek, sino que se centra en el impacto psicológico de la amenaza en su vida y en sus relaciones. Es una apuesta por el horror existencial, donde el miedo se basa más en lo que se sugiere que en lo que se muestra.

A pesar de su lentitud, "Moloch" es una experiencia cinematográfica profundamente inquietante y memorable. Es una película que se queda contigo mucho después de que termina, generando una sensación de incomodidad y de duda. No es un terror convencional, sino un horror psicológico que explora las profundidades del miedo y la fragilidad de la psique humana.

Nota: 8/10