Mona Lisa (1986)

“Mona Lisa” (2001), dirigida por Chris Menges, no es un thriller convencional ni una comedia negra descarada, aunque a primera vista podría confundirse con ambas. Es, en su lugar, una película inquietante y sutil, un estudio de personajes y un análisis de la obsesión, la soledad y la decadencia moral ambientado en el mundo lujurioso y peligroso de la alta sociedad parisina. La película se construye lentamente, sembrando dudas y generando una atmósfera opresiva que te invade desde sus primeros minutos, a pesar de su apariencia inicial de ser un simple relato sobre un chófer de taxi.

La dirección de Menges es magistral en su manejo de la incomodidad visual. Utiliza planos largos, tomas laterales y la constante presencia de la cámara en los reflejos para crear una sensación de claustrofobia y desconfianza. Observamos a George (joules Hougen), un hombre silencioso y reservado, atrapado en una relación imposible con Simone (Lena Olin), una mujer compleja y con un pasado turbulento. Olin ofrece una actuación que se alza por encima de las expectativas. Su Simone es un personaje de múltiples capas, a la vez vulnerable y despiadada, dulce y calculadora. Logra transmitir una tristeza profunda y una inteligencia brutal. No se trata de una interpretación grandilocuente, sino de una sutil revelación de la psicología femenina, una mirada penetrante al corazón de un alma atormentada. La película no justifica las acciones de Simone, pero sí las humaniza, permitiéndonos empatizar con su sufrimiento. La actuación de Hougen, por su parte, es igualmente potente, con un juego de miradas y gestos que revelan su creciente desesperación.

El guion, adaptado de la novela de Patricia Highsmith, se enfoca menos en el ritmo de la trama y más en el desarrollo psicológico de los personajes. Las secuencias con el mafioso, Claude (Jean-Pierre Noiret), y el rey del porno, Damien (John Turturro), son elementos de tensión, pero no son el núcleo central de la historia. Su presencia sirve para intensificar la sensación de peligro y para exponer la corrupción que se esconde bajo la superficie de la riqueza y el poder. La película logra, a través de estas dinámicas, explorar la naturaleza destructiva del deseo y la necesidad de control. La ambigüedad moral de los personajes es una de las mayores fortalezas de la película; ninguno es completamente bueno o completamente malo, lo que obliga al espectador a cuestionar sus propias convicciones.

“Mona Lisa” es una película que exige paciencia y atención. No ofrece respuestas fáciles ni finales felices. Es una obra que te deja con la sensación de que, como la famosa sonrisa de la Mona Lisa, la verdad es múltiple y siempre está oculta a la superficie. Es una experiencia cinematográfica desafiante y memorable, que explora la oscuridad del alma humana y la fragilidad de la moral. La cinematografía, la dirección y la actuaciones se combinan para crear una atmósfera única, que te perseguirá mucho después de que los créditos finales hayan terminado de rodar. Es una película que se presta a múltiples interpretaciones y que, en última instancia, te invita a reflexionar sobre la naturaleza del amor, la ambición y el deseo.

Nota: 8/10