Monkey Man (2024)

“Monkey Man” no es una película que te deja indiferente; es una experiencia visceral, perturbadora y, en muchos momentos, asombrosamente poderosa. Dev Patel, en una de las actuaciones más completas de su carrera, se reinventa como Kid, un alma herida y atormentada que emerge de las profundidades de la miseria india en busca de justicia, no solo por su propia madre, sino por todos los oprimidos. Esta no es una acción hollywoodense, sino un descenso implacable a la oscuridad de la moralidad y la corrupción.

Colleen Camp, la directora, consigue un tono consistentemente sombrío y opresivo, construyendo una atmósfera claustrofóbica que se adhiere a la piel del espectador. La película no se contenta con mostrar la pobreza y la violencia; las utiliza como herramientas para explorar la deshumanización, la pérdida de identidad y la desesperación que carcome a aquellos que viven al margen de la sociedad. La fotografía de Peterposure es excepcional, utilizando una paleta de colores apagados, contrastes dramáticos y composiciones cuidadosamente diseñadas para reforzar el peso emocional de cada escena.

La narrativa se construye en torno a un viaje de venganza, pero, de manera inteligente, se transforma en una meditación sobre la naturaleza de la identidad y la búsqueda de significado. La película no se fija en explicaciones extensas; se basa en sugerencias visuales y en el poder del simbolismo. Los “monos”, omnipresentes en la película, son más que simples animales; representan el caos, la confusión y la pérdida de la inocencia. Se convierten en una metáfora de la mente fragmentada de Kid y de la sociedad india en la que vive. La coreografía de las escenas de lucha es brutalmente realista y, a menudo, profundamente inquietante. No se trata de exhibición de violencia gratuita, sino de una manifestación física de la furia y la desesperación de Kid.

El guion, coescrito por Dev Patel y Justin Marks, es audaz y desafiante. La película no rehúye de temas complejos y controvertidos, como la religión, la pobreza y la corrupción política. A pesar de la atmósfera densa y oscura, se insinúa una conexión espiritual, no necesariamente religiosa, que impregna las acciones de Kid. La película da espacio a interpretaciones diversas; es probable que el espectador se cuestione si busca venganza o si está buscando redención. Las actuaciones secundarias son sólidas, con especial mención a Andrea Riseborough, quien aporta una vulnerabilidad y una intensidad magnéticas a su papel. Sin embargo, a veces, el ritmo pausado y la ambigüedad pueden resultar algo frustrantes para quienes esperan una trama más lineal.

En definitiva, “Monkey Man” es un thriller psicológico con toques de drama social, que exige una inversión emocional por parte del espectador. Es una película que, aunque no es perfecta, es memorable y provocadora. Una exploración profunda de la condición humana, impregnada de simbolismo y que deja una huella imborrable.

Nota: 8/10