Monkeybone (2001)

“Monkeybone” es, en esencia, una anomalía cinematográfica. Una película que, después de mucho tiempo en el ostracismo, se ha convertido en un objeto de fascinación para los cinéfilos nostálgicos, y lo hace con una mezcla extraña de ingenio, absurdo y un palpable deseo de ser diferente. La película, dirigida por veteran William Windom, no se esfuerza por la grandilocuencia, sino que se entrega a una exploración descaradamente peculiar de la creatividad, la fama y el precio de la fama. El resultado es una experiencia cinematográfica ambivalente, que, aunque no es una obra maestra, merece una consideración más profunda de la que a menudo recibe.

La premisa, el accidente que lleva al dibujante de cómic Stu Miley a un mundo paralelo donde sus personajes cobran vida, es un punto de partida interesante. El “Underworld”, el mundo paralelo donde viven Monkeybone y sus compañeros, es visualmente deslumbrante, un collage caleidoscópico de colores vibrantes, personajes grotescos y una estética que recuerda a los cómics de los años 40. La dirección de Windom, en este apartado, es sobresaliente. Crea un ambiente que se siente tanto familiar como inquietante, utilizando una paleta de colores impactante que se adhiere a la naturaleza surrealista de la historia. La banda sonora, con su mezcla de jazz, rock y música clásica, complementa a la perfección el ambiente. Sin embargo, la dirección no se atreve a explorar el potencial de la situación, limitándose a presentarla de una manera relativamente plana.

El elenco está liderado por Paul Rudd como Stu Miley, que ofrece una actuación convincente como un artista frustrado y atormentado por sus propias ambiciones. Rudd maneja con maestría la dualidad de su personaje: la desesperación de un hombre que se siente atrapado en su propio éxito y el ingenio descarado de Monkeybone. Pero la película depende en gran medida de las actuaciones de los personajes secundarios, particularmente de Brendan Fraser como Monkeybone. Fraser es icónico y aporta un carisma innegable al papel, pero a veces la comedia se siente forzada, y sus interacciones con el resto del elenco no siempre logran conectar de forma efectiva. Otros miembros del reparto, incluyendo a Steve Zahn y Parker Posey, también ofrecen rendiciones de honor, contribuyendo al encanto general del Underworld. El guion, coescrito por Windom y Steve Breg, es lo que menos convence. Aunque la idea central es interesante, el guion carece de profundidad y a menudo recurre a gags baratos y humor que se desvanece con el tiempo. A pesar de algunas brillantes pinceladas, la historia se siente a veces superficial y desconectada.

En definitiva, “Monkeybone” es una película que divide. No es particularmente inteligente ni particularmente emocional, pero su originalidad visual, sus personajes memorables y la presencia de un Paul Rudd carismático la convierten en un entretenimiento peculiar y en una experiencia que, aunque no sea perfecta, vale la pena ser vista por aquellos que buscan algo diferente del cine mainstream. Es un ejemplo de cómo una premisa interesante puede llevar a un resultado que, aunque imperfecto, es indudablemente memorable.

Nota: 6/10