Montaña rusa (1977)

“Montaña rusa” (Extreme Rush) no es solo una película de desastre; es una experiencia visceral que atrapa al espectador desde el primer momento y no lo suelta hasta sus últimos segundos. Dirigida por Mark Bennington, la película se erige como un estudio profundo de la culpa, el arrepentimiento y las consecuencias de las decisiones tomadas. La ambientación, un parque de atracciones aparentemente idílico de noche, es inmediatamente inquietante, un preámbulo perfecto para lo que está por venir.

La dirección de Bennington es magistral. No se limita a replicar los clichés del género. En lugar de centrarse en explosiones grandilocuentes y efectos especiales deslumbrantes, la película prioriza la atmósfera y la tensión psicológica. La cámara, a menudo cercana al nivel del suelo, nos sumerge en el caos y el pánico, transmitiendo de forma efectiva la sensación de peligro inminente. La película se siente íntima, como si estuviéramos acompañando a los personajes a través de su peor hora. El uso del sonido es particularmente eficaz, con ruidos estridentes y la música que se intensifica gradualmente para reflejar la creciente desesperación.

El núcleo de la película reside en la actuación de Richard Hayes como Harry Calder. Hayes entrega una interpretación creíble y convincente, explorando la complejidad de un hombre atormentado por un pasado oscuro. Su Calder no es un héroe convencional; es un hombre frágil, marcado por la pérdida y obsesionado con la búsqueda de la redención. El resto del elenco, incluyendo a Sarah Jones como la enfermera Wendy y Jake Miller como el joven David, también aportan interpretaciones sólidas, pero la figura de Hayes es indiscutiblemente el motor de la historia. Se nota su experiencia y su capacidad para transmitir la carga emocional de su personaje sin caer en la melodramatismo.

El guion, escrito por David Chen y Bennington, es el elemento más destacable de la película. Se centra en la narrativa humana por encima de los efectos especiales. La historia no solo se trata del desastre, sino de las motivaciones detrás de las acciones de los personajes y cómo estos enfrentan las consecuencias. El guion es inteligente, planteando preguntas morales difíciles y explorando temas como la responsabilidad, la justicia y el perdón. La trama no es lineal; se construye a través de flashbacks y recuerdos, revelando gradualmente la verdad detrás del accidente. Estas decisiones, aunque deliberadamente lentas, enriquecen la experiencia cinematográfica y contribuyen a la profundidad emocional de la película.

Sin embargo, la película no está exenta de defectos. El ritmo, como se ha mencionado, puede resultar pausado para algunos espectadores. El final, aunque impactante, podría haber sido más contundente. No obstante, estos pequeños puntos débiles palidecen en comparación con la calidad general de la película. “Montaña rusa” es una experiencia cinematográfica memorable, un desastre que se centra en la humanidad y las profundas cicatrices que deja en aquellos que lo sobreviven.

Nota: 8.5/10