Moonraker (1979)

“Moonraker” (1979) es una joya de lo kitsch y lo grandioso, una película de James Bond que, a pesar de sus evidentes defectos técnicos y narrativos, permanece como una experiencia cinematográfica sumamente inmersiva y, sorprendentemente, entretenida. Roger Moore está en su apogeo como Bond, con esa mezcla de elegancia, sarcasmo y torpeza que lo hacía tan icónico. Pero más allá de la figura del agente, lo que realmente distingue a “Moonraker” es su ambición, su intento de trasladar el universo Bond a lo desconocido: el espacio exterior. Es una apuesta arriesgada que, a veces, la película no logra ejecutar con total éxito, pero que en su intento, logra generar momentos memorables y un tono de aventura que se alejaba de las convenciones tradicionales de la franquicia.

La dirección de Barbra Streisand, en su debut cinematográfico, es ambiciosa y, de hecho, la película está visualmente impresionante. La puesta en escena de la base de Drax en los Alpes suizos es monumental, una estructura de acero y hormigón que refleja la megalomanía del villano. La recreación de la nave espacial Moonraker, con sus luces, sus pantallas y sus corredores laberínticos, es un festín para los ojos, aunque la CGI, por los estándares de la época, se ve un poco tosca y por momentos, exagerada. No obstante, la banda sonora de John Bond y Maurice Jarre, con su icónico tema orbital, eleva la tensión y la emoción, convirtiéndose en un elemento fundamental de la película.

La interpretación de James Bond es, como ya se ha dicho, magistral. Moore aporta una chispa de humor y vulnerabilidad al personaje, mostrando un Bond más humano y menos distante que en algunas de las entregas anteriores. Sin embargo, la película también se beneficia de las actuaciones de Sheryl Lee, como la Doctora Honey Ryder, una joven piloto de carreras con una historia trágica que se convierte en la compañera de Bond; y de Robert Shaw, como el malvado Drax, un industrial desquiciado y obsesionado con la pureza de la raza humana. Shaw ofrece una interpretación sobrecogedora, logrando transmitir la locura y la desesperación del villano. La química entre Moore y Lee es palpable, aportando un elemento romántico a la trama.

El guion, en general, es bastante convencional, con un cliché de villano megalómano, un giro argumental predecible y diálogos a veces poco inspirados. Sin embargo, la película se beneficia de la originalidad de su premisa: la amenaza del gas tóxico y la necesidad de lanzar la nave Moonraker al espacio. Las escenas de acción son espectaculares, especialmente la persecución en los Alpes y el enfrentamiento final en la base de Drax. La película intenta explorar temas complejos como la xenofobia y la supremacía racial, pero lo hace de forma superficial, utilizando la amenaza de la "pureza" como justificación para sus planes. En definitiva, “Moonraker” es una película que no se toma en serio sus propios clichés, abrazando la locura y el espectáculo con una alegría contagiosa.

Nota: 7/10