Moonwalker (1988)

“Moonwalker” es, sin duda, una película que se resiste a ser juzgada con los mismos criterios que la mayoría de las obras cinematográficas. Más que una narrativa lineal, se presenta como un ejercicio de autocelebración exacerbada de Michael Jackson, una suerte de álbum visual y musical extendido donde la estrella se erige en el centro de todo. Y, por ende, resulta un objeto de estudio fascinante y, a la vez, frustrante. La película, dirigida por John Kramer, no busca la coherencia o la profundidad narrativa; su objetivo primordial es glorificar a Jackson y mostrar su faceta de superhéroe, un concepto que, si bien es original, está mal ejecutado en la práctica.

La dirección de Kramer, en general, es oportunista, empleando la estética videoclípera para crear atmósferas vibrantes y extravagantes, pero a menudo sin un propósito claro dentro de la historia. Hay momentos de gran impacto visual, especialmente en los números musicales, donde la coreografía y las elaboradas producciones visuales celebran la energía de Jackson. Sin embargo, la película sucumbe con demasiada frecuencia a la sobreexposición, a la necesidad imperiosa de mostrar el rostro de Jackson en cada plano, que se convierte en un atajo para evitar la construcción de personajes sólidos. La trama, intrincadamente simple, se reduce a un antagonista caricaturesco (Mr. Big) y a una serie de esporádicos episodios de acción, donde la lucha contra el crimen se resuelve con una facilidad sorprendente.

Las actuaciones son, obviamente, centradas en Michael Jackson, quien se presenta como el protagonista, el héroe, el agente de la justicia. Su presencia, por supuesto, es el centro de atención, pero su interpretación es, en ocasiones, predecible y carente de matices. La química con Joe Pesci, en ese brillante episodio en el espacio, es correcta, aunque ambos se ven relegados a personajes secundarios en su propia película. Las intervenciones de los niños, Sean, Katie y Zake, aportan un toque de inocencia y le dan a la trama una justificación, aunque superficial, para presentar a Jackson como un salvador. La actuación de los niños es, en general, adecuada para su rol y no requieren de una profundidad interpretativa.

La película, en su núcleo, es un intento de construir una mitología en torno a Michael Jackson, de expandir su leyenda. Y, a nivel de entretenimiento puro, “Moonwalker” puede resultar entretenida, especialmente para los fans más acérrimos. Su valor reside, en gran medida, en la explosión de imágenes, sonido y coreografía que ofrece. Sin embargo, como obra cinematográfica, es un ejercicio de auto-promoción desmedido que a menudo sacrifica la coherencia narrativa y la profundidad de los personajes en aras de la gloria personal. Es una película que se disfruta con una actitud de permisividad, como si se tratase de un concierto en directo prolongado. Una experiencia, más que una obra de arte.

Nota: 6/10