Morgana (2012)

“Morgana” no es una película que se olvida fácilmente. Más allá de ser un relato de terror, es una meditación inquietante sobre el legado del trauma, la obsesión y la capacidad destructiva del pasado para perseguirnos incluso a través del tiempo. La película, dirigida por Michael Poleo, se presenta como un misterio lúgubre que, a pesar de su estructura deliberadamente lenta y su ambiente sombrío, logra generar una atmósfera de constante tensión y paranoia que te aferra al asiento. La premisa, la resurrección fantasmagórica de una mujer suicida del siglo XIX, es lo suficientemente intrigante como para enganchar al espectador desde el inicio, pero es la manera en que se ejecuta lo que realmente la distingue.

La dirección de Poleo se distingue por su minimalismo visual, un recurso que, paradójicamente, intensifica el terror. El uso de la luz y la sombra, la paleta de colores apagados y la elección de los escenarios – la mansión rural, con sus rincones oscuros y su historia palpable – contribuyen a crear un espacio de aislamiento y desasosiego. No hay explosiones, ni efectos especiales ostentosos, sino una exploración paciente del miedo, del presentimiento y de la vulnerabilidad. Se juega con la percepción del tiempo, con la duda y la incertidumbre, y se centra en las reacciones psicológicas de los personajes ante lo inexplicable. El ritmo pausado, aunque pueda resultar frustrante para algunos espectadores acostumbrados a la acción rápida, es crucial para construir la sensación de que algo maligno se está gestando.

El reparto, liderado por la excelente performance de Elina Chaulet como la protagonista, es convincente. Chaulet aporta una fragilidad y una intensidad inquietantes a su papel, transmitiendo con maestría el creciente desequilibrio mental de su personaje. El resto del elenco secundario, incluyendo a Carlos Sánchez como el sheriff local y a Sofía Reyes como la nieta de la mujer fallecida, complementan la narrativa con personajes que, aunque poco desarrollados, cumplen su función de observadores y víctimas potenciales de la amenaza inminente. La conexión emocional que se establece entre Chaulet y Reyes, a medida que desentrañan los secretos de la mansión, es uno de los puntos fuertes de la película y añade una capa de complejidad a la trama.

El guion, coescrito por Poleo y Daniel Morales, es, sin duda, el corazón de la película. Se basa en una investigación de los folclores y leyendas urbanas, mezclando elementos del western gótico con una estética de terror psicológico. Las líneas de diálogo son concisas, pero cargadas de significado, y la narrativa se construye a través de pequeños detalles, de revelaciones graduales que, al final, forman una historia inquietante y provocadora. La película plantea preguntas sobre el pasado, sobre la memoria y sobre la naturaleza del mal, invitando al espectador a reflexionar sobre las consecuencias de las acciones pasadas y la persistencia de los fantasmas, tanto literales como emocionales. Aunque la resolución final puede resultar algo anticlimática para algunos, la atmósfera opresiva y la carga emocional de la historia aseguran un impacto duradero.

Nota: 7/10