“Morir” de Juan Antonio Ortíz es, sobre todo, una película que te instala. No de forma inmediata, no como un bombazo, sino con una persistente sensación de incomodidad y la certeza de que algo terrible se avecina. La película se enfoca en la relación entre Luis y Marta, dos personas cuya existencia se desmorona bajo el peso de una enfermedad que, lejos de ser un mero escenario, se convierte en el catalizador de sus miedos, sus secretos y, finalmente, la erosión de su amor. La historia no busca ofrecer respuestas fáciles o un final feliz; más bien, se adentra en la complejidad de la condición humana ante la inevitable partida.
La dirección de Juan Antonio Ortíz es precisa y sutil. Evita el melodrama barato y se centra en la atmósfera. El uso de la luz y la sombra, la cámara lenta y las tomas largas nos obligan a contemplar los gestos, las miradas, los silencios. No hay necesidad de diálogos grandilocuentes para transmitir la angustia y la desesperación que experimentan los protagonistas. La película se basa en la micro-expresión, en la capacidad de un simple movimiento de cabeza o una mirada perdida para revelar las profundidades de sus emociones. Esta elección estilística, aunque a algunos pueda parecer lenta, es fundamental para crear la tensión y el impacto emocional que la película busca.
Las actuaciones de Pablo Jiménez como Luis y Valeria Solanas como Marta son, sin duda, el corazón de la película. Ambos actores ofrecen interpretaciones extraordinarias, transmitiendo con maestría la fragilidad y la desorientación de sus personajes. Jiménez, en particular, logra transmitir la gradual pérdida de control, la lucha interna entre el miedo y el deseo de aferrarse a lo que queda. Solanas, por su parte, explora las capas de culpa y el dolor, ofreciendo una actuación de una intensidad y una vulnerabilidad conmovedora. La química entre ambos actores es palpable, lo que hace que la crisis de su relación sea aún más dolorosa y creíble. La película se sustenta en la honestidad brutal con la que ambas interpretan la descomposición de su matrimonio y la confrontación con la muerte.
El guion, de nuevo, es un punto fuerte. Evita los clichés del género y se adentra en la psicología de los personajes. La enfermedad que consume a Luis y Marta no se presenta como un castigo divino o un mecanismo de justicia, sino como un simple hecho de la vida, una tragedia inevitable. La película aborda temas complejos como la culpa, el perdón, el luto y la naturaleza de la memoria, pero lo hace con un tono realista y sin moralizar. No juzga a los personajes, sino que los muestra tal como son: seres humanos imperfectos, que luchan por sobrevivir a la pérdida de su amor y a la certeza de su propia mortalidad. La forma en que se plantean las mentiras y el secreto que se construye entre los dos es una de las mejores partes, ya que es lo que realmente erosiona el vínculo que tenian.
En definitiva, “Morir” es una película inquietante y reflexiva que, más allá de su temática sombría, invita a la introspección. No es un espectáculo fácil de ver, pero sí es una experiencia cinematográfica memorable, que permanecerá en la mente del espectador mucho tiempo después de que las luces se encendieran.
Nota: 8/10