Morning Glory (2010)

“Morning Glory” es un festín de energía desordenada y un retrato agridulce de la obsesión por la televisión. J.J. Abrams, conocido por su habilidad para construir mundos visuales cautivadores, demuestra aquí un control más sutil y, sorprendentemente, un gran corazón. La película, aunque no alcanza la grandilocuencia de algunos de sus trabajos anteriores, ofrece una mirada honesta y a menudo incómoda al vertiginoso y, a veces, desolador mundo de los magazines matutinos.

La dirección de Julian Schnabel es notablemente experimentada. Utiliza un montaje frenético, lleno de planos cortos y cambios de cámara abruptos, que, al principio, pueden resultar abrumadores. Sin embargo, esta técnica visual, al final, refleja la ansiedad y el caos inherentes a la producción televisiva. Schnabel no rehúye la crudeza de la experiencia; se ve en el set desorden, la presión, la frustración, pero también en el genuino entusiasmo de un equipo que, a pesar de todo, se preocupa por su trabajo. La película consigue capturar la atmósfera claustrofóbica de un set de televisión que, a veces, se siente como una trampa.

Las actuaciones son un pilar fundamental del éxito de la película. Diane Keaton, en el papel de Becky Fuller, es simplemente excepcional. Ella entrega una interpretación brillante, equilibrando la desesperación de una mujer en ruinas con una fuerza y una determinación inquebrantables. Su personaje es imperfecto, a veces impulsivo y egoísta, pero su vulnerabilidad es palpable y, en última instancia, lo que la hace tan entrañable. Owen Wilson, como el periodista en decadencia, Mike Pomeroy, proporciona el contrapunto cómico perfecto. Wilson, como es habitual, consigue transmitir la torpeza y la tristeza del personaje con una naturalidad convincente. Pero la verdadera revelación es Isla Fisher como Celeste, la presentadora ambiciosa y superficial, cuya transformación a lo largo de la película es particularmente conmovedora. Las interacciones entre los tres actores son el corazón de la película.

El guion, co-escrito por Sundra Grant y Michael Hoffman, explora temas como la ambición, la identidad, la pérdida y el valor de la conexión humana. Aunque a veces recurre a clichés del melodrama televisivo, logra mantener un equilibrio entre la comedia y el drama, sin caer en la sentimentalidad excesiva. La película, a pesar de su ritmo frenético, se toma el tiempo para desarrollar los personajes y explorar sus motivaciones. El guion logra capturar la locura del mundo de la televisión, mostrando tanto la brillantez como la banalidad que se esconden tras las cámaras.

“Morning Glory” no es una película que enamore a primera vista. Es una experiencia estimulante, a veces desconcertante, pero también genuinamente divertida y conmovedora. Es un recordatorio de que, incluso en los lugares más absurdos, la humanidad y la esperanza pueden encontrarse.

Nota: 7.5/10