Mountain (2017)

‘Mountain’ es, ante todo, una película que te obliga a contemplar. No se trata de una historia de acción trepidante con explosiones y persecuciones, sino de una lenta y deliberada inmersión en la contemplación de la naturaleza salvaje y, aún más, en la mente de un hombre absorbido por su necesidad de enfrentarse a ella. La película, dirigida con una sutileza que pocos directores logran, explora la complejidad de la relación del hombre con lo inmensurable, un tema que, a pesar de ser tan antiguo como la humanidad, parece estar ganando una nueva relevancia en la era de la hiperconectividad y la búsqueda de experiencias auténticas.

La narrativa, centrada en el fotógrafo británico Joe (Charlie Sturz), un hombre atormentado por una pérdida personal y una creciente sensación de vacío, se desarrolla a través de la observación. No hay diálogos excesivos, la mayor parte de la comunicación ocurre a través de miradas, gestos y la inmensidad del paisaje. Esto puede resultar desconcertante para el espectador que espera una trama convencional, pero es precisamente esta ausencia de artificios lo que otorga a la película su impacto. El director, Ben Osborn, utiliza la fotografía como lenguaje principal, creando imágenes de una belleza estroboscópica que apelan directamente a la memoria visual y a la intuición. La cinematografía, manejada con maestría por Jojo Maerz, es, sencillamente, exquisita; la luz, el color y la composición generan una experiencia estética casi espiritual. La banda sonora, minimalista pero profundamente efectiva, complementa la imagen, realzando la sensación de soledad y asombro.

Charlie Sturz ofrece una actuación introspectiva y silenciosa, transmitiendo el peso del pasado y la obsesión con la montaña de manera desarmante. Su mirada es el eje central de la película, revelando una mezcla de dolor, esperanza y una anhelada redención. Es una actuación basada en la sutileza y la expresión no verbal, y demuestra la capacidad del actor para comunicar emociones complejas con solo un parpadeo o un cambio en la postura. El resto del elenco es prácticamente inexistente, lo que contribuye a la sensación de aislamiento y vulnerabilidad que impregna la película.

Sin embargo, la película no está exenta de debilidades. El ritmo lento puede resultar tedioso para algunos espectadores, y la falta de trama explícita podría dejarlos con la sensación de que el film se queda a medio camino. La película se basa en la sugestión más que en la narrativa, por lo que requiere paciencia y una disposición a dejarse llevar por la atmósfera. No obstante, es una experiencia cinematográfica única y memorable que invita a la reflexión sobre nuestra propia relación con la naturaleza y con el deseo de superar nuestros propios límites.

Nota: 8/10