Movida en el Roxbury (1998)

“Movida en el Roxbury” no es una película que busque ser profunda o trascendental. Es, sin duda, una comedia absurdista y frenética, un torbellino de situaciones hilarantes y personajes extravagantes, y en ese sentido, cumple con creces sus expectativas. Los hermanos Butabi, interpretados con una energía contagiosa por Steve Howey y Doug Reynolds, se presentan como dos aspirantes a la fama y el glamour, desprovistos de cualquier sentido común pero con una ilusión desmesurada. Su deseo de pertenecer a la élite de la movida madrileña –en este caso, la californiana– se convierte en el detonante de una serie de eventos caóticos que te mantienen pegado a la pantalla, aunque sea con una sonrisa irónica.

La dirección de Michael Lehmann es ágil y dinámica, utilizando un montaje rápido y un ritmo incesante que refleja la locura de la situación. La película no se conforma con mostrar la escena de la movida en un club exclusivo; la inmersión es total, gracias a la cuidada producción, el diseño de vestuario y la recreación de la atmósfera de la época. Sin embargo, el verdadero corazón de la película reside en las actuaciones de sus protagonistas. Howey y Reynolds logran transmitir la ingenuidad y la desesperación de sus personajes de forma absolutamente convincente. Cada diálogo, cada gesto, cada mirada es un pequeño triunfo de la comedia física y verbal.

El guion, aunque pueda parecer simplista a primera vista, posee una gran inteligencia subyacente. Las situaciones que se plantean son, en gran medida, absurdas y exageradas, pero su ejecución es impecable. Se juega con la hipérbole y la ironía, ridiculizando la vanidad y la superficialidad del mundo del espectáculo, sin caer en la pedantería moralizante. Además, la película ofrece un retrato entretenido y, en cierto modo, perspicaz de la cultura de la celebridad y la búsqueda del éxito a cualquier precio. La inclusión del actor Richard Grieco, al principio como una amenaza y posteriormente como una figura cómplice, añade una capa extra de humor y dinamismo.

No obstante, es importante reconocer que “Movida en el Roxbury” no es perfecta. Algunos diálogos pueden resultar un poco repetitivos y la trama, aunque entretenida, carece de mayor profundidad. Sin embargo, estos pequeños defectos no empañan en absoluto la experiencia general. Se trata, ante todo, de una comedia que busca divertir y entretener, y en ese cometido, lo consigue con maestría. Es un homenaje divertido y un tanto nostálgico a la movida madrileña y a su espíritu transgresor, adaptada al contexto californiano con resultados muy satisfactorios.

Nota: 7/10