Mr. North (1988)

“Mr. North” es, en su esencia, una pequeña joya cinematográfica que, a pesar de su premisa aparentemente sencilla, ofrece una experiencia contemplativa y sorprendentemente inquietante. Dirigida por el talentoso Stuart Rosenberg, la película se adentra en el ámbito de lo peculiar, explorando la relación entre un hombre erudito y su inesperada habilidad curativa. La película no busca el espectáculo grandilocuente; en cambio, se centra en la observación cuidadosa de las consecuencias del talento inusual de Theophilus North, un hombre más acostumbrado a la compañía de libros antiguos que a la interacción humana. Rosenberg logra crear una atmósfera de tranquila misterio, donde cada encuentro se siente cargado de un significado sutil.

Anthony Edwards, en un papel que parece hecho a su medida, ofrece una actuación magistralmente sutil. North no es un héroe clásico; es un hombre atormentado por la soledad y la inteligencia, cuya normalidad se ve sacudida por la repentina aparición de su don. Edwards logra transmitir la vulnerabilidad y la creciente angustia de North, su lucha por comprender y controlar sus nuevos poderes, y su creciente sensación de aislamiento. Su mirada, a menudo cargada de una mezcla de curiosidad y temor, es el corazón emocional de la película. Las interacciones con los niños, en particular, son conmovedoras, mostrando una genuina preocupación por el bienestar de aquellos que le rodean.

El guion, adaptado de la novela homónima de Robert Coover, es lo que realmente eleva la película. La historia no progresa con un ritmo acelerado; se permite respirar, permitiendo que la tensión se acumule gradualmente. La trama no es lineal, sino que se desenvuelve a través de fragmentos, flashbacks y observaciones detalladas, construyendo un sentido de extrañeza y presagio. La ambigüedad es una característica central; nunca se explica completamente el origen del don de North, ni las consecuencias de su uso. Esta deliberada incertidumbre fuerza al espectador a reflexionar sobre temas como la fe, la responsabilidad y los límites de la medicina. La novela, que la película adapta con fidelidad, funciona muy bien en la pantalla, gracias a la adaptación de los guionistas.

No obstante, la película no es perfecta. Algunas de las escenas con el galeno del pueblo, interpretado por James Cromwell, se sienten un poco exageradas, sobrecargadas de melodrama. La dirección, si bien efectiva en crear ambiente, podría haber sido más dinámica en algunos momentos. Sin embargo, estos pequeños defectos no impiden que “Mr. North” sea una película que perdura en la memoria, una pequeña obra maestra que invita a la reflexión y que, a pesar de su tono melancólico, ofrece una experiencia cinematográfica singular. Es una película que se disfruta más en el silencio y la contemplación, y que deja una resonancia inquietante mucho después de que los créditos finales hayan terminado.

Nota: 7/10