Muerte, muerte, muerte (2022)

“Muerte, muerte, muerte” (Death, Death, Death) no es precisamente una revolución cinematográfica, pero sí un ejercicio interesante en la exploración de la amargura y la fragilidad de las relaciones humanas, envuelta en la estética lúgubre y estilizada que parece haber definido a su director, Halina Gabroulet. La película no busca ofrecer un thriller psicológico profundo y enigmático, sino un retrato visceral de la decadencia y la hostilidad inherente a un círculo social privilegiado que, en el fondo, se siente profundamente vacío.

La dirección de Gabroulet es precisa y controlada. Se centra en la atmósfera, creando un espacio claustrofóbico, tanto físico como emocional. El uso de la cámara es deliberado: planos cerrados en los diálogos, primeros planos que atrapan la angustia en los rostros de los personajes, y tomas largas y lentas que intensifican el suspense. Es una dirección que prioriza la sensación de incomodidad y la tensión acumulativa, dejando que el espectador se sienta incómodo y desconfiado desde el principio. Hay una sensación palpable de que la tragedia es inevitable, y la película no se detiene a explicitar la causa, sino que se deleita en el proceso de deterioro.

El reparto, liderado por Thomasin McKenzie, ofrece actuaciones sólidas. McKenzie, en particular, transmite una vulnerabilidad y una frialdad que funcionan a la perfección. Su personaje, una joven que lucha por mantener la compostura mientras la confianza de sus amigos se desmorona, es complejo y ambivalente. Los demás miembros del reparto también cumplen su cometido, cada uno interpretando a un individuo capaz de mentir, engañar y, en última instancia, dañar a los demás. No se trata de actuaciones grandilocuentes, sino de interpretaciones sutiles que sugieren las emociones subyacentes y los secretos ocultos.

El guion, adaptado de un cuento de Leo Tolstoy, demuestra un control considerable en la construcción de la trama. La historia se desarrolla de manera orgánica, revelando la dinámica de poder y los motivos ocultos de cada personaje a medida que avanza la noche. Sin embargo, la película podría beneficiarse de un mayor desarrollo de algunos personajes secundarios, que permanecen a menudo en un plano de segundo plano, mereciendo mayor atención. La película se centra demasiado en la atmósfera opresiva y en la sensación de que la tragedia se acerca, dejando que algunos detalles importantes queden sin explorar plenamente. El ritmo, por lo tanto, puede resultar un poco pausado para algunos espectadores, aunque, en mi opinión, es precisamente esa lentitud la que contribuye a la sensación de inquietud y fatalidad.

En definitiva, “Muerte, muerte, muerte” es una película que, más allá de su premisa de thriller de asesinato, se presenta como una reflexión sombría sobre la vanidad, la traición y la inevitable muerte de las ilusiones. Es una experiencia cinematográfica inquietante y perturbadora, que invita a la reflexión sobre la naturaleza humana y las consecuencias de nuestras propias acciones. No es una película para todos, pero para aquellos que disfrutan de las atmósferas lúgubres y las narrativas psicológicas, puede resultar ser una joya inesperada.

Nota: 7/10