Muerte súbita (1995)

“Muerte súbita” (Sudden Death) es una obra que, a pesar de su premisa radicalmente impactante, no logra alcanzar la brillantez que su concepto sugiere. Dirigida por Richard Donner, la película se construye sobre una base de terror psicológico y claustrofobia, pero, curiosamente, se ve paralizada por un guion que se atasca en momentos cruciales, dejando al espectador con una sensación de frustración. La película, estrenada en 1987, posee una atmósfera inquietante desde sus primeros momentos, donde el estadio lleno de gente crea una sensación palpable de vulnerabilidad y anticipación. Donner, maestro de obras de suspense como "La Venganza de los Muertos Vivientes" y "Primera Noche de un Gigoló", demuestra una habilidad considerable para el manejo del ritmo y la tensión, pero la narrativa se pierde en algunas secuencias que intentan ser más dramáticas de lo que realmente necesitan ser.

El núcleo de la película reside en la tensión entre el vicepresidente del gobierno, interpretado con una dignidad y reserva impecable por Michael Douglas, y los terroristas, personificados por un grupo de actores que, aunque cumplen su cometido, no logran generar la amenaza física o emocional que el guion pretende implicar. Douglas ofrece una actuación sutil y matizada, mostrando el pánico y la desesperación del personaje sin caer en exageraciones que restarían credibilidad. Su lucha interna, entre la necesidad de proteger a su familia y la presión de ceder a las exigencias de los secuestradores, es el corazón de la película y, a pesar de las limitaciones del guion, es un punto fuerte indiscutible. Sin embargo, la caracterización de los terroristas es bastante superficial, reduciéndolos a estereotipos y careciendo de una motivación clara que justifique sus actos. Esto resta peso a la amenaza que suponen.

La dirección de Donner, como se ha mencionado, es sólida, pero el guion, coescrito por Donner y a quien se le debe gran parte del éxito de la película, es el principal obstáculo. Las escenas de negociación, cruciales para generar el suspense, se alargan innecesariamente, ralentizando el ritmo y diluyendo la intensidad dramática. Hay momentos en los que la película podría haber sido mucho más efectiva si se hubiera enfocado en la psicología de los personajes y en la desesperación de la situación, en lugar de recurrir a artificios narrativos. Además, algunos elementos del guion resultan inverosímiles, sacrificando la coherencia lógica por el interés de la acción. La resolución final, si bien impactante, se siente un tanto apresurada y poco desarrollada.

A pesar de sus fallos, “Muerte súbita” es una película que mantiene la tensión durante la mayor parte de su duración. El diseño de producción es excelente, creando un ambiente claustrofóbico y amenazante en el estadio, y la banda sonora, compuesta por Ennio Morricone, contribuye a la atmósfera de suspense. Es una película que merece ser vista, si no por su excelencia narrativa, entonces por la capacidad de generar una sensación de vulnerabilidad que, en un mundo cada vez más seguro, puede resultar sorprendentemente inquietante. Sin embargo, la falta de profundidad en el desarrollo de personajes y la dilación en la construcción de la trama son elementos que impiden que la película alcance su máximo potencial.

Nota: 6/10