Mulholland Falls (La Brigada del Sombrero) (1996)

“Mulholland Falls” (La Brigada del Sombrero) es, en esencia, una película de desilusión sofisticada, un espejo empañado que refleja las promesas incumplidas de la América del sueño de posguerra. David Lynch, a pesar de su fama por obras de horror y suspense, ofrece aquí un noir neo-noir profundamente melancólico, donde el misterio no es el elemento central, sino la lente a través de la cual observamos el desmoronamiento de ideales y la fragilidad de la felicidad.

La dirección de Lynch es magistral en su atmósfera opresiva y su uso del color. Los tonos pastel, a menudo deslavados y grises, crean una sensación constante de incomodidad, un contraste visual perfecto con la palidez y el desengaño de los personajes. La cámara, con sus movimientos pausados y sus largos planos secuencia, no se apresura a revelar nada. En cambio, nos permite sumergirnos en la desorientadora y surrealista Los Ángeles de 1954, un lugar donde la belleza superficial oculta una corrupción latente. Lynch no busca el impacto visual inmediato; busca la sensación de estar atrapado en un sueño febril, donde la realidad se distorsiona y las percepciones son falsas.

El guion, adaptado de la novela de Arturo Pérez-Reverte, es una joya de diálogo ambiguo y personajes complejos. Diane Lane ofrece una actuación extraordinariamente conmovedora como Betty Elspeth, una aspirante a actriz con un pasado turbio y una ambigüedad que la hace inolvidable. Sam Neill, en el papel de Max Hoover, equilibra la dureza del jefe de policía con una vulnerabilidad subyacente que lo convierte en un personaje que genera tanto simpatía como repulsión. La película se construye lentamente, a través de conversaciones y encuentros casuales, creando una tensión psicológica palpable. La relación entre Max y Betty es, precisamente, uno de los pilares del éxito de la película: una danza de mentiras, celos y una atracción peligrosa que desafía cualquier intento de interpretación lineal.

Si bien la película no ofrece respuestas fáciles ni resoluciones definitivas, su fuerza reside en su capacidad para provocar reflexiones sobre la moralidad, la identidad y la naturaleza de la verdad. El final, deliberadamente abierto, no es un punto gordo, sino una confirmación de que algunas preguntas son mejor dejarlas sin respuesta. Es una película que exige una segunda visión, una reflexión posterior que no deja de dar con nuevos matices. "Mulholland Falls" no es una película para todos; su ritmo pausado y su atmósfera sombría pueden resultar frustrantes para el espectador acostumbrado al entretenimiento rápido. Sin embargo, para aquellos dispuestos a perderse en su laberinto de secretos y verdades ocultas, es una experiencia cinematográfica profundamente satisfactoria y, para muchos, una obra maestra del género noir.

Nota: 8.5/10