Müslüm (2018)

“Müslüm” no es simplemente una biografía musical; es una inmersión profunda en el alma de un hombre, un retrato conmovedor de una vida diluviada por el dolor y, paradoxicamente, redimida a través del poder innegable de la voz. La película de Ömer Sahinoğlu, y más allá de su enfoque biográfico, funciona como una meditación sobre la pérdida, la identidad y la búsqueda de significado. El director se aleja de la mera recreación cronológica, optando por un enfoque narrativo que se desenvuelve como una canción, con sus giros emocionales, sus momentos de lucidez y sus profundas sombras.

Timuçin Esen como Müslüm Gürses ofrece una actuación sublime, casi desarmante. Es capaz de transmitir la atormentada fragilidad del personaje, pero también su fuerza interior, su pasión desbordante y su capacidad de conectar con el público a un nivel visceral. No se trata de imitar la voz icónica de Müslüm, sino de encontrar la esencia del hombre detrás de la leyenda. La película utiliza brillantemente la música no como mero acompañamiento, sino como el verdadero motor de la narrativa. Las canciones de Gürses, seleccionadas con meticulosidad y colocadas estratégicamente en la trama, se convierten en testigos de su vida, revelando sus alegrías, sus frustraciones y sus profundas heridas. La banda sonora, interpretada por el propio Esen y otros talentosos artistas, es una joya en sí misma.

La actuación de Zerrin Tekindor, como la madre de Müslüm, añade una dimensión aún más rica a la historia. Su relación con el hijo es compleja y cargada de silencios, de amor incondicional y de una profunda tristeza. La película explora la dinámica familiar con honestidad y sensibilidad, mostrando las consecuencias del abandono, la pobreza y las circunstancias sociales en la vida de Müslüm. Las escenas entre Esen y Tekindor son, sin duda, el corazón de la película, donde se revelan los lazos emocionales que definieron la vida del artista.

El guion, aunque a veces se siente un poco lento, especialmente en la primera mitad, logra construir una atmósfera densa y melancólica que refleja la realidad de la vida de Müslüm. Se presta especial atención a los detalles, a la descripción de los ambientes y a la recreación de la Turquía de la época. Es una película que requiere una cierta paciencia del espectador, pero a cambio ofrece una experiencia emocionalmente gratificante. La película no rehúye de mostrar los aspectos más oscuros de la vida de Müslüm, como el abuso, la adicción y la violencia, pero lo hace con respeto y sensibilidad, evitando caer en el melodrama barato. La dirección de fotografía es igualmente notable, empleando colores apagados y sombras que evocan la tristeza y el desengaño.

En definitiva, “Müslüm” es una película imprescindible para los amantes de la música turca y para aquellos interesados en explorar la complejidad de la condición humana. No es un biopic fácil, pero sí un testimonio conmovedor del poder transformador de la música y de la resiliencia del espíritu humano. La película nos recuerda que, incluso en medio del dolor más profundo, la esperanza puede encontrarse en la voz de un "Baba" (El Padre) para su público.

Nota: 8/10