My Dog Tulip (2010)

“My Dog Tulip” no es una película que te deje una huella imborrable, pero sí una que, después de verla, te produce una extraña y reconfortante sensación de nostalgia por una época y una forma de vida que ya no existe. Basada en el conmovedor relato autobiográfico de J.R. Ackerley, el film de Terry Gilliam nos presenta a un hombre, Arthur Finch (Jim Broadbent), un editor de libros en Londres en los años 50, un tipo soltero, melancólico y, en general, bastante solitario. Su vida toma un giro inesperado cuando rescata a un cachorro de pastor alemán y le da el nombre de Tulip. Lo que comienza como una necesidad de compañía, se transforma en un vínculo incondicional y, en última instancia, en la pieza central de la existencia de Finch.

Gilliam, como es habitual en su filmografía, dirige con una sensibilidad peculiar y un estilo visual muy propio. La película no se centra en la acción o en el drama, sino en los pequeños detalles, en las conversaciones cotidianas y en la sutil evolución de la relación entre Finch y Tulip. La fotografía de Roger Blackwood es exquisita, capturando la atmósfera gris y lluviosa de Londres, pero también los momentos de luz y calidez que se producen cuando Finch y Tulip están juntos. La película utiliza el blanco y negro a su máximo esplendor, no para crear una estética dramática, sino para enfatizar la melancolía y la sensación de quietud que impregnan la historia. Es una película deliberadamente lenta, y requiere paciencia por parte del espectador, pero esta lentitud no es un defecto, sino una parte integral de su encanto.

La actuación de Jim Broadbent es, sin duda, el corazón de la película. Broadbent ofrece una interpretación increíblemente sutil y conmovedora de Arthur Finch. Captura a la perfección la desesperación, la soledad y, finalmente, la inesperada alegría que encuentra en la compañía de Tulip. No se trata de una actuación grandilocuente, sino de una revelación lenta y gradual, de un hombre que se abre poco a poco a la posibilidad de la felicidad. La química entre Broadbent y Tulip (un perro excepcional, por cierto, que participa en la película de una forma muy natural y convincente) es palpable y crea un vínculo emocional muy fuerte. El resto del reparto secundario, con actores como Annie Nightingale, ofrecen interpretaciones sólidas, pero sin destacar como el centro de atención.

El guion, adaptado del libro de Ackerley, es ingenioso y observa la vida con una mirada agria y perspicaz. Gilliam no intenta idealizar la relación entre Finch y Tulip, sino que la muestra en su crudeza y complejidad. Se exploran temas como la soledad, el amor, la pérdida y la capacidad de encontrar la felicidad en los lugares más inesperados. Aunque el tema central es sencillo, la película toca fibras sensibles y plantea preguntas sobre la importancia de las relaciones humanas y la necesidad de conectar con otras personas, o incluso con un animal. Es una historia sobre encontrar un propósito, un significado en la vida a través de un simple acto de bondad. En definitiva, “My Dog Tulip” no es una película que te haga reír a carcajadas, pero te hace reflexionar, te conmover y te deja con una sensación de esperanza.

Nota:** 7/10