My Son the Fanatic (1997)

“My Son the Fanatic” es una película que se instala en la memoria con una fuerza inquietante, no por su espectacularidad, sino por la crudeza de su retrato de la intolerancia y las ramificaciones devastadoras de la radicalización. Dirigida por Werner Herzog, la película no busca soluciones ni juicio moral, sino que se dedica a presentar una situación tangible, una confrontación brutal en el corazón de Madrid que expone las grietas en la sociedad y la fragilidad de la convivencia pacífica. Herzog, conocido por su meticuloso y a menudo sombrío estilo, consigue crear una atmósfera opresiva, palpable en cada plano, cada diálogo, cada mirada.

La película se centra en Parvez, un taxista pakistaní interpretado magistralmente por Om Puri. Puri, con su mirada cansada y su porte digno, transmite la angustia y el dolor de un hombre que ve a su hijo, un joven con fervientes convicciones religiosas, degenerar en un extremista peligroso. Puri ofrece una actuación sutil pero devastadora, mostrando el conflicto interno de un padre que lucha por comprender y, a la vez, intentar salvar a su hijo, un joven que ha perdido el rumbo. Rachel Griffiths, como Bettina, aporta una intensidad emocional complementaria. Su personaje, una prostituta que intenta sobrevivir, se convierte en un punto de fricción entre las fuerzas en juego, y Griffiths, con una actuación naturalista, crea una conexión inmediata con la audiencia. Sin embargo, la química entre Puri y Griffiths, a pesar de su fuerza individual, no alcanza la profundidad necesaria para elevar el impacto emocional.

El guion, escrito por Herzog y Ulrich Seewald, es inteligente y realista, evitando simplismos y estereotipos. Se basa en un relato simple, pero la narrativa se desarrolla con una precisión escalofriante. El director no rehúye las escenas más perturbadoras, mostrando la violencia con un naturalismo implacable, pero evitando la glorificación o la sensacionalidad. La película no se queda en la descripción de los hechos, sino que explora las motivaciones subyacentes, mostrando la radicalización como un proceso complejo y multifacético. La dirección de Herzog es impecable, manejando el ritmo con maestría, permitiendo que la tensión se acumule lentamente, hasta llegar a un clímax inevitable. La fotografía, sombría y claustrofóbica, contribuye a crear la atmósfera opresiva y transmite la sensación de inminente peligro.

No obstante, la película no está exenta de críticas. Algunos pueden considerar la falta de desarrollo de los personajes secundarios y el enfoque casi exclusivo en las tensiones entre Parvez, Bettina y los fundamentalistas como un punto débil. Además, la resolución, aunque realista y acorde con la temática, podría resultar algo abrupta para algunos espectadores. A pesar de estas pequeñas fallas, “My Son the Fanatic” es una película valiosa y provocadora que plantea preguntas incómodas sobre la fe, la intolerancia y el terrorismo. Es una obra cinematográfica potente y conmovedora que, sin duda, permanecerá en la memoria del espectador.

Nota: 7.5/10