Mystery Train (1989)

“Mystery Train” de Robert Altman es una experiencia cinematográfica radicalmente diferente, una pieza de arte que desafía las convenciones narrativas y se sumerge en la atmósfera decadente y melancólica de Memphis. Altman, maestro de la fotografía caleidoscópica y la observación social, no ofrece una historia lineal o un desarrollo dramático tradicional. En cambio, nos entrega un mosaico de personajes, situaciones y momentos que se entrelazan en una noche en el Hotel Arcade, creando una sensación de dislocación y un retrato inusual de la desilusión.

La dirección de Altman es, como siempre, magistral. Utiliza el movimiento de cámara, la iluminación y la composición para crear una atmósfera onírica y surrealista. Las tomas prolongadas, a menudo sin diálogos, permiten al espectador absorber el ambiente del hotel, la sensación de estancamiento y la desidia. La película respira una especie de letargo, reflejando la apatía de los personajes y la sensación de que nada significativo va a pasar. La música, cuidadosamente seleccionada y mezclada, es un elemento central de la película, un componente vital que evoca el blues, el rock and roll y la desesperación de la época. Observamos cómo la banda sonora se enmarca y se convierte en parte integral del relato.

Las actuaciones son sobresalientes. Jason Robert Barry, como el botones del hotel, ofrece una interpretación conmovedora y subestimada. Su personaje, aparentemente inofensivo y desorientado, es el corazón silencioso de la película, atrapado en su propia existencia. Kim Basinger, en un papel más pequeño que podría haberla relegado al olvido, aporta una vulnerabilidad y un encanto magnéticos. La presencia de actores como Jeff Bridges, John Hurt y Frances McDormand, aun más secundarios, añade a la riqueza y la complejidad del elenco. Todos contribuyen a generar un ambiente donde la individualidad es una máscara y el vacío, una constante.

El guion, escrito por Altman y Blake Stone, es deliberadamente fragmentado y abierto a la interpretación. No busca responder preguntas, sino más bien estimular la reflexión sobre temas como la identidad, la búsqueda de raíces, la soledad y la naturaleza efímera de la felicidad. La ausencia de un argumento central claro no es una debilidad, sino una fuerza. Permite que la película se centre en la experiencia estética y emocional, creando una sensación de ambigüedad que persiste incluso después de finalizar la proyección. La película no pretende ofrecer soluciones, sino cuestionar las expectativas del espectador y obligarlo a encontrar su propio significado.

“Mystery Train” no es una película fácil de digerir. Requiere paciencia, un espíritu abierto y disposición a abrazar la incertidumbre. Sin embargo, para aquellos que se aventuren a sumergirse en su atmósfera, ofrece una experiencia cinematográfica única y profundamente memorable. Es una obra que se queda grabada en la memoria, invitando a la contemplación y a la interpretación.

Nota: 8/10