Nachas vemos vecinas no sabemos (1993)

“Nachas vemos vecinas no sabemos” es una explosión caótica y sorprendentemente entretenida, una comedia argentina que se entrega sin complejos y que, aunque pueda resultar un tanto desordenada, acaba resultando un puro placer de ver. La película, dirigida con una energía contagiosa por Alberto Bianco, se presenta como una suerte de "La Chiens" argentino, con un ritmo frenético y una trama que avanza más por la acumulación de situaciones disparatadas que por una estructura narrativa lineal. Y eso, paradójicamente, es su mayor virtud.

El guion, adaptado de una obra teatral de la escritora argentina María Avellaneda, no busca la profundidad psicológica ni la reflexión existencial. Se limita a presentar un microcosmos de inquietudes y frustraciones, donde las vidas de las vecinas del edificio se entrelazan en un torbellino de secretos, envidias y malentendidos. La premisa –un edificio de apartamentos lleno de personajes excéntricos y con problemas interpersonales– es clásica, pero la ejecución es lo que la eleva por encima de lo trivial. El humor, a menudo burdo y con un toque de humor negro, se basa en la exageración de los personajes y en las situaciones absurdas que se desatan. Hay momentos que, sin duda, se te escapa una carcajada, y otros que te hacen pausar la mirada, intrigado por la complejidad de las relaciones que se gestan en el edificio.

Las actuaciones son un punto fuerte de la película. Sofía Íñiguez, como la matriarca Eulalia, está absolutamente magistral, transmitiendo con una inmensa sutileza la complejidad de su personaje: una mujer dura, fuerte, pero al mismo tiempo vulnerable y atormentada por sus propios errores. El resto del elenco –Patricia Ovalle, Miguel Picazo, Cecilia Roth, y tantos otros – también cumple de manera excepcional, dando vida a personajes memorables que contribuyen a la riqueza del universo cinematográfico de la película. Especialmente destacable es la interpretación de María Chacur, que aporta una dosis extra de locura a su papel.

Bianco logra mantener el pulso de la película, a pesar del caos que reina en la trama. La dirección es dinámica, el montaje ágil y la banda sonora, cuidadosamente seleccionada, refuerza la atmósfera de comedia y a veces de suspense. Aunque a veces la sobreexposición de personajes y la multitud de conflictos puede resultar abrumadora, la película nunca pierde su ritmo desenfadado y su capacidad de sorprender. No es una obra maestra, pero sí una experiencia cinematográfica genuina y divertida, que te hará reír y pensar, al menos por un rato.

Nota: 7/10