“Nacidos para perder” (Born to Lose, 1976) es una película que, a primera vista, podría ser descrita como un cliché del género western con toques de acción que evoca a figuras como Clint Eastwood. Sin embargo, tras una primera impresión, se revela como un relato sorprendentemente crudo y con un mensaje subyacente sobre la guerra, la rehabilitación y la búsqueda de redención. La película, dirigida por Howard Hawks (en su último trabajo antes de su fallecimiento), no se preocupa por glamurizar la vida de los motociclistas; al contrario, la presenta como una existencia marcada por el alcohol, la violencia y la ausencia de un propósito claro.
La dirección de Hawks es precisa y efectiva. A pesar de la temática, el ritmo de la película es rápido y dinámico, manteniendo al espectador enganchado desde el principio hasta el final. Hawks sabe cómo aprovechar al máximo el paisaje desértico de California, convirtiéndolo en un personaje más de la historia, un testigo silencioso de la degradación moral que se despliega en pantalla. La película evita los clichés visuales típicos del género y confía en la atmósfera y en las actuaciones para generar tensión. La violencia es explícita pero no gratuita; se utiliza como una herramienta para mostrar las consecuencias devastadoras de la impulsividad y la falta de control.
El guion, coescrito por Hawks y Michael A. Wilson, es donde reside la verdadera fuerza de la película. La historia de Billy Jack (interpretado magistralmente por Sonny Chiba), un veterano de Vietnam atormentado por los horrores que ha presenciado, es conmovedora y profundamente humana. Billy Jack no es un héroe convencional; es un hombre roto, marcado por la guerra y la culpa. Su decisión de enfrentarse a la banda motociclistas no es por el honor o la justicia, sino por un anhelo casi desesperado de encontrar un sentido a su vida y de salvar a las víctimas inocentes de la violencia. El personaje de Billy Jack no es un símbolo de virtud, sino un hombre en constante lucha, con virtudes y defectos, lo que lo hace mucho más creíble y con el que el espectador puede identificarse.
Sonny Chiba entrega una actuación especialmente notable como Billy Jack. Su presencia en pantalla es imponente, no por su físico, sino por la carga emocional que transmite. El resto del reparto cumple con creces, especialmente James Coburn como el líder de la banda motociclistas, un personaje carismático y amenazante a la vez. La película ofrece un retrato bastante realista de la banda de motociclistas, no como villanos caricaturescos, sino como individuos atrapados en un ciclo destructivo de violencia y autodestrucción. El contraste entre el mundo ordenado y la moralidad de Billy Jack y el caos del club de motociclistas es fundamental para el desarrollo de la trama.
Si bien "Nacidos para perder" no es una obra maestra del cine, sí es una película interesante y provocadora que merece la pena ver. Ofrece una visión poco común del género western y explora temas complejos de manera honesta y sin adornos. La película, en definitiva, es un reflejo de la difícil transición de un hombre devastado por la guerra hacia la redención. Es un pequeño gemelo cinematográfico que, a pesar de sus limitaciones, deja una huella imborrable.
Nota: 7/10