Nada más que la verdad (2008)

“Nada más que la verdad” es un drama legal absorbente, una película que se adentra en las profundidades de la libertad de prensa, el poder y la moralidad en un contexto político complejo. La historia, basada en los hechos reales de Judith Miller y su lucha contra el gobierno de George W. Bush, es un recordatorio inquietante de cómo la exigencia de secretos de estado puede socavar los principios fundamentales de la democracia. La película no se limita a narrar los eventos; busca diseccionar la psicología de las personas involucradas y, lo que es más importante, plantear preguntas incómodas sobre la responsabilidad periodística.

La dirección de Walter Salles (“La Costa de Henry”) es metódica y precisa. Salles, con su habitual maestría visual, consigue crear una atmósfera de tensión constante. Las escenas en el juzgado, particularmente, son claustrofóbicas y grises, reflejando la desesperación y el peso de la situación de la periodista. La película no apela a espectáculos grandiosos, sino a detalles sutiles – el lenguaje corporal, las miradas, los pequeños gestos – para transmitir la angustia y la determinación de Miller. La fotografía, aunque no es deslumbrante, contribuye a la sensación de opresión, utilizando una paleta de colores apagados que enfatiza la falta de esperanza.

Nicole Kidman ofrece una actuación magistral como Judith Miller. Su interpretación es profundamente humana; capturamos tanto la ambición de la periodista, su deseo de hacer historia, como su creciente conflicto moral. Kidman no se limita a imitar la apariencia física de Miller; explora las emociones que la atormentan, transmitiendo con convicción el dilema que se enfrenta. La química entre Kidman y Jake Gyllenhaal, quien interpreta al abogado de la periodista, es palpable y fundamental para el desarrollo de la trama. Gyllenhaal aporta una interpretación firme y elegante, con un gran matiz en la defensa de su cliente, sin comprometer su propia integridad.

El guion, adaptado por Kelly Czuchlewicz, es inteligente y equilibrado. Evita la glorificación o la demonización, presentando a los personajes con sus fallas y virtudes. Si bien el tema principal es la libertad de prensa, la película se detiene en el costo personal que conlleva, mostrando el impacto que la batalla legal tiene en la vida de Miller y su familia. El guion es particularmente efectivo en el manejo del conflicto moral: Miller se debate entre su deber de informar y su compromiso con la protección de sus fuentes, una lucha que se refleja en cada decisión que toma. Es una película que no ofrece respuestas fáciles, sino que invita a la reflexión y al debate sobre los límites del periodismo y el poder.

En definitiva, “Nada más que la verdad” es un drama legal de alto nivel, una película potente y relevante que merece ser vista y discutida. Es un recordatorio de la importancia de la independencia de los medios de comunicación y de la necesidad de defender los principios de la libertad de prensa, incluso ante las presiones del poder.

Nota: 8/10