Nada que declarar (2010)

(FR) · Comedia · 1h 48m

Póster de Nada que declarar
Media
2.9 /10

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Sinopsis

Día 1 de enero de 1993: fecha de la creación de la Eurozona. Dos agentes de aduanas -un belga y un francés- se enteran de que sus puestos en la frontera de sus respectivos países están a punto de desaparecer. Para Ruben Vandervoorde (Benoît Poelvoorde), el agente de aduanas belga, la francofobia es una tradición familiar. El agente francés Mathias Ducatel (Dany Boon) es enemigo declarado de Ruben y está secretamente enamorado de su hermana. Para sorpresa de todos, Mathias y Ruben olvidan sus antiguas rencillas y deciden trabajar juntos, peinando las carreteras rurales fronterizas con un vehículo especial de las aduanas internacionales: un Renault 4L a punto de ir al desguace.

Ficha de la película

Título original

Rien à déclarer


Estreno


Géneros

Idioma original

FR


Dirección

Reparto principal de Nada que declarar

Actores y actrices destacados que dan vida a la historia en Nada que declarar.

Críticas de la película

Opiniones reales de usuarios que han visto Nada que declarar. Consulta sus valoraciones y comentarios.

Sergio Lozano
⭐⭐⭐⭐⭐⭐⭐⭐⭐ (9.2/10)

“Nada que declarar” no es simplemente una comedia; es un torbellino de humor absurdo, observaciones sociales mordaces y un estudio conmovedor sobre la relación humana, todo envuelto en un paquete de nostalgia y un vehículo icónico. La película, dirigida con maestría por Mélanie Laurent, logra un equilibrio asombroso entre lo cómico y lo reflexivo, transformando un tema potencialmente árido, como la transición a la Eurozona, en una experiencia cinematográfica inolvidable. Laurent no se limita a contar la historia, sino que la respira, sumergiéndonos en la atmósfera melancólica y a la vez divertida de las carreteras rurales belgas y francesas. Su dirección es sutil, permitiendo que el humor florezca de forma orgánica, sin forzar ni parecer que hay una necesidad de chistes. El ritmo es impecable, con momentos de tensión tensos intercalados con escenas de pura comedia física, logrando mantener la atención del espectador durante más de dos horas.

Las actuaciones son, sencillamente, excepcionales. Benoît Poelvoorde, como Ruben Vandervoorde, ofrece una interpretación que está repleta de matices. Su personaje, un hombre marcado por el trauma familiar y la frustración, es a la vez vulnerable y profundamente cómico. Poelvoorde no recurre a la exageración, sino que construye un personaje complejo y con el que es fácil empatizar. Sin embargo, el verdadero corazón de la película reside en la química entre Poelvoorde y Dany Boon, quien interpreta a Mathias Ducatel. La rivalidad inicial entre ambos es palpable, y su evolución hacia una amistad (y algo más) es, sin duda, el elemento más gratificante de la película. Boon aporta una autenticidad y una elegancia al personaje de Mathias que le confieren una gran credibilidad. La dinámica entre ellos es brillante, llena de ingenio, sarcasmo y momentos de genuino afecto. La complejidad de la relación entre Mathias y la hermana de Ruben añade una capa de drama sutil pero poderosa a la trama.

El guion, adaptado de la obra de teatro de Beurrier y Beurriez, es el verdadero pilar de la película. No solo satiriza la burocracia y la política, sino que explora temas universales como la soledad, la identidad y la búsqueda de conexión. Las conversaciones entre Ruben y Mathias, llenas de observaciones perspicaces sobre la vida, el amor y la pérdida, son realmente memorables. La película no se toma a sí misma en serio, y utiliza el humor para abordar temas serios, lo que le da una profundidad inesperada. La película también está impregnada de un fuerte sentido de nostalgia por un tiempo que se está perdiendo, un sentimiento que resuena especialmente en el contexto de la integración europea. El uso del Renault 4L no es meramente un accesorio, sino que se convierte en un símbolo del pasado y de la sencillez de la vida rural. La elección del vehículo es un acto de subversión, y sugiere que la modernidad puede ser, a veces, despojada de su significado.

En definitiva, “Nada que declarar” es una película que recompensa la paciencia del espectador. Requiere un poco de atención, pero a cambio ofrece una experiencia cinematográfica rica, compleja y enormemente divertida. Es una película que te hará reír, reflexionar y, quizás, incluso un poco nostálgico. Es una joya del cine francés que merece ser vista y, con suerte, recordada por mucho tiempo.

Nota:** 9/10

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