Nadie está a salvo de Sam (1999)

“Nadie está a salvo de Sam” es una propuesta visceral y perturbadora que, aunque no alcanza la perfección, logra sumergir al espectador en una atmósfera de tensión constante y desesperación. La película, ambientada en el Bronx durante una ola de calor implacable, no se limita a ser un thriller de detectives; es una meditación sobre la paranoia, la vulnerabilidad humana y la brutalidad inherente a la vida en una comunidad marginada.

La dirección de Ben Antunes es notable por su enfoque realista y detallado. Evita el melodrama hollywoodiense, optando por un estilo de cámara que se mueve con la naturalidad de una docuserie. Se permite contemplar momentos de quietud, de conversaciones fragmentadas, que contribuyen a la sensación de claustrofobia y de que la amenaza se cierne sobre los personajes constantemente. La utilización de la luz y la sombra, especialmente durante las escenas nocturnas, acentúa la oscuridad moral de la trama. Sin embargo, a veces, la insistencia en la naturalidad puede resultar un poco lenta, perdiendo un ritmo que podría haber elevado la tensión.

El reparto, encabezado por la impresionante performance de Kelvin Harrison Jr. como el detective Leo Marks, es uno de los mayores logros de la película. Harrison Jr. logra transmitir la angustia, la frustración y la desilusión de un hombre que ha perdido la fe en el sistema y en su propia humanidad. Su personaje es un detective en declive, atormentado por su pasado y con la necesidad imperiosa de proteger a su hija. Las actuaciones secundarias también son sólidas, especialmente la de Dominique Fishback como la vecina que, impulsada por la retribución, lidera la búsqueda del asesino. La química entre los actores, especialmente entre Harrison Jr. y Fishback, es palpable y fundamental para el desarrollo de la trama.

El guion, aunque presenta algunos elementos predecibles, consigue mantener al espectador enganchado gracias a su exploración de las dinámicas sociales y psicológicas de un barrio que se ve sacudido por la violencia. La película no glorifica la búsqueda de venganza, sino que la presenta como una consecuencia lógica de la desesperación y la falta de oportunidades. La trama, que gira en torno a la identificación errónea del asesino, explora las tensiones raciales y las injusticias sociales, generando un debate sobre la responsabilidad individual y la influencia del entorno. No obstante, la resolución, si bien satisfactoria, podría haber sido más elaborada, aportando mayor profundidad a los personajes y a las motivaciones. La película plantea preguntas incómodas sobre la ley, la justicia y el precio de la seguridad.

En definitiva, “Nadie está a salvo de Sam” es una película que permanece en la memoria por su atmósfera opresiva, sus actuaciones convincentes y su mirada crítica sobre la sociedad estadounidense. Aunque no es un thriller perfecto, ofrece una experiencia cinematográfica interesante y provocadora.

Nota: 7/10