Nadie vive (2013)

“Nadie vive” (Nobody Lives) no es una película que se deja consumir; es una que te arrastra con una brutalidad silenciosa y una atmósfera de constante paranoia. La película de la directora Petra Costa, que también actúa como Emma, se aleja del thriller clásico de persecución, optando por una exploración visceral del trauma, la supervivencia y el impacto devastador de la violencia en la memoria. Costa, conocida por su trabajo documental, imprime a la narrativa un cinismo despiadado y una sensación de realidad cruda que, en muchos momentos, roza lo incómodo.

La historia, centrada en Emma (interpretada con una intensidad palpable por Petra Costa), una joven marcada por el horror que sufrió meses atrás, no busca resolver el misterio del asesinato de sus compañeros. En cambio, se concentra en la lucha de Emma por recuperar su vida, por deshacerse del miedo que la consume y por encontrar un espacio donde pueda existir sin la amenaza constante de la violencia. La película, por lo tanto, opera como un estudio de personaje, un retrato del secuestro psicológico y de las cicatrices que deja una experiencia traumática. La dirección de Costa es impecable: juega con la cámara, utilizando planos cerrados para transmitir la fragilidad de Emma y planos amplios para evidenciar la soledad y el aislamiento del personaje. El uso de la luz y la sombra, particularmente en las escenas nocturnas, contribuye a crear una atmósfera opresiva y claustrofóbica, reflejando el estado emocional de la protagonista.

Las actuaciones son sobresalientes. Petra Costa no solo es la protagonista, sino que también da una interpretación absolutamente convincente, transmitiendo con precisión la desesperación, el miedo y la determinación de Emma. Los actores secundarios, aunque con menos tiempo en pantalla, también ofrecen interpretaciones sólidas, creando personajes creíbles y añadiendo riqueza a la trama. Sin embargo, el guion, aunque efectivo en su exploración del trauma, se siente a veces un tanto lento y repetitivo. La ausencia de explicaciones concretas sobre el crimen inicial y la motivación de los agresores deja algunas preguntas sin respuesta, lo que puede frustrar a algunos espectadores que buscan una resolución más clara. A pesar del ritmo pausado, la película logra mantener el interés gracias a la fuerza emocional de la historia y a la dirección artística.

No obstante, “Nadie vive” no es una película para todo el mundo. Su enfoque en el proceso de recuperación, en lugar de en la acción o el suspense, puede no agradar a quienes buscan una experiencia más convencional de thriller. Su mirada implacable a la violencia y la condición humana, en lugar de ser un espectáculo, es un desafío a la audiencia. Es una película que se queda contigo, que te obliga a reflexionar sobre la fragilidad de la vida, la naturaleza del trauma y la dificultad de escapar del pasado. A pesar de sus limitaciones, “Nadie vive” es un retrato potente y conmovedor de la resiliencia y la lucha por la supervivencia.

Nota: 7/10