“Nefarious. Cuando habla el diablo” no es una película que se olvida fácilmente. Más allá de su premisa, que es innegablemente extraña y provocativa, se erige como un estudio sobre la fe, la duda y la naturaleza del mal. La película, dirigida con una atmósfera densa y perturbadora por James Watkins, no se conforma con simplemente ofrecer un thriller psicológico; busca desmantelar la noción misma de "mal" y explorar la vulnerabilidad humana ante la posibilidad de lo sobrenatural, o al menos, ante la idea de un poder incomprensible.
El protagonista, John Merrick, interpretado magistralmente por Ben Whishaw, es un personaje enormemente complejo. Su historia, aunque retorcida y llena de detalles inquietantes, se cuenta con un delicado equilibrio entre el horror visceral y la compasión. Whishaw ofrece una actuación cautivadora, transmitiendo una mezcla perfecta de fragilidad, determinación y una inquietante quietud. Su mirada, a menudo llena de un anhelo silencioso, es el corazón de la película, y la conexión que establece con el público es innegable. No se trata solo de un hombre que dice ser un demonio; es un ser profundamente traumatizado que busca desesperadamente una explicación, una validación, y quizás, incluso, la redención.
La dirección de James Watkins es impecable, creando un ambiente de tensión constante. La película se construye lentamente, no asaltando al espectador con sustos baratos. La iluminación, en particular, juega un papel crucial, empleando sombras y contrastes para reflejar la dualidad interna del personaje y la atmósfera opresiva de las instalaciones psiquiátricas donde se encuentra. Los espacios claustrofóbicos, el sonido distorsionado y la banda sonora minimalista contribuyen a una sensación de inquietud y desasosiego que permea cada fotograma. El uso del color es notablemente restringido, reforzando la sensación de estar atrapado en un mundo desolador.
El guion, adaptado de la novela homónima de Laird Barron, presenta un argumento rico en simbolismo y múltiples interpretaciones. No ofrece respuestas fáciles ni juicios definitivos sobre la veracidad de las afirmaciones de Merrick. El doctor Michael Sullivan (Ian Holm), un psiquiatra con una visión pragmática del mundo, representa la razón y la ciencia, mientras que Merrick se aferra a su propia percepción de la realidad. Esta confrontación no es una simple disputa; es una batalla por la fe y la esperanza. Si bien la película podría haberse beneficiado de un desarrollo más profundo de algunos de los personajes secundarios, el núcleo argumental es sólido y plantea preguntas existenciales que permanecerán en la mente del espectador mucho después de que los créditos finales hayan terminado.
En definitiva, “Nefarious. Cuando habla el diablo” es una película que desafía al público a cuestionar sus propias creencias y a confrontar la oscuridad que reside en el corazón humano. No es una película para todos, pero para aquellos que buscan una experiencia cinematográfica que sea a la vez perturbadora e intelectualmente estimulante, es una recomendación obligada.
Nota: 8/10