“Neruda” no es solo una película biográfica sobre el reconocido poeta chileno; es un juego de espejos, una danza entre la persecución y la invención del propio mito. Fernández Habif ha logrado con maestría crear una atmósfera de suspense palpable, alejada de los clichés habituales de este género. La película se centra en 1948, un Chile convulsionado por la Guerra Fría, donde el Senador Pablo Neruda se encuentra en el punto de mira del gobierno de Videla, representado con una fría y calculada intensidad por Javier Godoy. La trama, aparentemente sencilla, se convierte en un intricado juego de ajedrez entre el poeta y el director de la policía, Óscar Peluchonneau (Jaime Alonso).
La dirección de Habif es, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película. Él logra mantener el espectador enganchado desde el primer momento, no solo con la tensión inherente a la persecución, sino también por la forma en que construye el relato. La película se mueve con fluidez entre escenas de acción y momentos de introspección, explorando la evolución psicológica del personaje de Neruda. Este no es un poeta que se presenta como un hombre público, sino un ser vulnerable y atormentado, obligado a reinventarse ante la amenaza inminente. La película, en muchos momentos, se sumerge en la mente del protagonista, mostrando sus dudas, sus miedos y, finalmente, su determinación.
La interpretación de Nicolás Gaitán como Neruda es magistral. No se trata de una recreación literal del poeta, sino de una interpretación que captura su esencia: su inteligencia, su sensibilidad, su ironía y su profunda conexión con la realidad. Gaitán no se limita a imitar la voz o la gestualidad de Neruda; en su mirada y en sus movimientos, transmite la complejidad del personaje. Complementando su actuación, Elena Aitken ofrece una Delia del Carril firme, inteligente y decidida. La relación entre ambos personajes es el corazón emocional de la película, un refugio y una fuente de fuerza en medio de la adversidad.
El guion, adaptado de la novela homónima de Roberto Bolaño, es inteligente y ambiguo. Habif no rehuye la complejidad de la figura de Neruda, mostrando sus contradicciones y sus momentos de fragilidad. La película no ofrece respuestas fáciles, dejando al espectador con la tarea de interpretar la ambigüedad de la figura del poeta y del contexto histórico. La tensión se construye con sutileza, utilizando el silencio y la ambigüedad para crear un ambiente de suspense constante. La película, en su esencia, es una meditación sobre la libertad, la identidad y el poder de la palabra. Es una película que invita a la reflexión y que, sobre todo, es una experiencia cinematográfica memorable.
Nota: 8/10