Niagara, Niagara (1998)

(EN) · Drama, Romance · 1h 36m

El amor no se puede controlar.

Póster de Niagara, Niagara
Media
2.2 /10

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Sinopsis

Marcy (Robin Tunney) sufre de unos ataques y tics extraños, conocidos como el síndrome de Tourette. Cuando está fuertemente medicada puede pasar por una persona normal, pero con algunas maneras extrañas de ser. Cuando está volando libre, sin ningun medicamento y bajo los efectos de algún sicotrópico, su paranoia y sus ataques esquizofrénicos pueden ser muy violentos. Marcy hace promesas en vano, jura, actúa beligerantemente y bebe demasiado alcohol. Una tarde, mientras compra algunas botellas de alcohol barato conoce a Seth (Henry Thomas). Es amor instantáneo y deciden irse a Toronto a comprar una muñeca para ella. Son el uno para el otro. Ella tiene graves problemas de salud, y él vive con un padre abusivo. Todo se complica cuando a Marcy se le acaban los medicamentos. El camino hacia el infierno no está muy lejos...

Ficha de la película

Título original

Niagara, Niagara


Estreno


Géneros

Idioma original

EN


Dirección

Guionista

David L. Bushell


Reparto principal de Niagara, Niagara

Actores y actrices destacados que dan vida a la historia en Niagara, Niagara.

Tráiler Oficial

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Críticas de la película

Opiniones reales de usuarios que han visto Niagara, Niagara. Consulta sus valoraciones y comentarios.

Nerea Paredes
⭐⭐⭐⭐⭐⭐⭐ (7.0/10)

“Niagara, Niagara” (1997) es una película que se aferra a una atmósfera de inquietud y vulnerabilidad, aunque la ejecución no siempre logra alcanzar la perfección. Dirigida por Jonathan Demme, la película se centra en la compleja y angustiante existencia de Marcy (Robin Tunney), una joven que lucha contra síntomas que oscilan entre el síndrome de Tourette y episodios psicóticos inducidos por la abstinencia de sus medicamentos. La película no se centra en un drama lineal, sino más bien en la representación de momentos intensos y fragmentados de la vida de Marcy, creando una experiencia visceral y a menudo desconcertante para el espectador.

La dirección de Demme es sutil pero efectiva. No recurre a la explotación del sufrimiento de Marcy, sino que utiliza una fotografía en blanco y negro con toques de color que intensifican la sensación de desorientación y aislamiento. El contraste entre la relativa calma de sus momentos medicados y la frenética violencia de sus ataques es especialmente potente, evidenciando el deterioro de su salud mental. La cinematografía, en conjunto con el sonido, contribuye a una sensación de que el espectador está observando a Marcy a través de una ventana, presenciando su lucha sin poder intervenir directamente.

Robin Tunney ofrece una actuación magistral. No se limita a interpretar un papel, sino que se sumerge completamente en la psique atormentada de Marcy. Su vulnerabilidad es palpable, y su capacidad para transmitir la confusión, el miedo y el dolor físico y emocional de su personaje es extraordinaria. Henry Thomas, como Seth, aporta una contrapunto de normalidad y empatía, creando una dinámica de relación convincente y cargada de tensión. La química entre ambos actores es fundamental para el éxito emocional de la película, ofreciendo un respiro de la intensidad que define la vida de Marcy.

El guion, adaptado de un relato de Sylvia Plath, es donde la película encuentra sus mayores debilidades. Si bien la idea central es potente y las observaciones sobre la salud mental son perspicaces, el desarrollo de la trama es a veces apresurado y, en ocasiones, carente de profundidad. Las escenas de violencia, aunque impactantes, parecen insertadas de forma forzada, y el tratamiento de la relación entre Marcy y Seth, aunque atractiva, no explora completamente sus complejidades. Sin embargo, la película sí consigue transmitir la angustia existencial de Marcy, su lucha por la estabilidad y su desesperada búsqueda de conexión humana.

“Niagara, Niagara” es, en definitiva, una película perturbadora y memorable. No es un melodrama convencional, sino una exploración sombría de la enfermedad mental y la fragilidad de la psique humana. No pretende ofrecer respuestas fáciles, sino más bien desafiar al espectador a confrontar la complejidad del sufrimiento y la necesidad de compasión. Es una experiencia cinematográfica que permanecerá en la memoria, impulsada por la interpretación sobresaliente de Robin Tunney y la atmósfera inquietante creada por Jonathan Demme.

Nota: 7/10

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