“No es pecado” es una película que, a primera vista, parece ofrecer un melodrama romántico con un toque de thriller, pero en realidad es una exploración más profunda de la moralidad, la ambición y las consecuencias ocultas de las decisiones personales. La dirección de Julián Gaimard logra mantener un ritmo constante, aunque en algunos momentos se siente un ligero atajo en la construcción de la tensión, sacrificando, quizás innecesariamente, la profundización en el mundo interior de sus personajes.
El punto fuerte de la película reside en las actuaciones de sus protagonistas, particularmente en el desempeño de Valeri Golovanov como Dimitri, el hombre sin escrúpulos. Golovanov transmite con una sutileza inquietante la vaciedad moral que lo impulsa, un vacío que contrasta con la vulnerabilidad y el anhelo de amor de la protagonista, interpretada con una sensibilidad excepcional por Natalia Medvedeva. Su interpretación es matizada, pasando de la ingenuidad a la desesperación con una naturalidad que aporta realismo a la historia. Por otro lado, Mikhail Meskhi como Boris, el hombre idealizado, ofrece un retrato de la nobleza y la sinceridad, aunque a veces su carácter puede parecer excesivamente perfecto, perdiendo un poco de humanidad en el proceso. La química entre los dos actores es palpable, creando una dinámica creíble que sostiene el núcleo emocional de la película.
El guion, aunque con momentos de brillantez, no está exento de fallos. El planteamiento, con la revelación gradual de la verdadera naturaleza de uno de los pretendientes, funciona bien, generando una tensión psicológica constante. Sin embargo, algunas decisiones narrativas, como la rapidez con la que se presentan ciertos detalles sobre el pasado de Dimitri, podrían haberse desarrollado con mayor lentitud. La película se queda en algunos puntos con la necesidad de profundizar en el trasfondo de sus acciones y en las motivaciones subyacentes que los impulsan. El thriller se introduce de forma abrupta, lo que resta fuerza a la atmósfera de suspense que se busca crear. La película no se aventura en un análisis filosófico excesivo, centrándose en los aspectos emocionales y dramáticos, lo que resulta en una experiencia cinematográfica más centrada en el drama romántico que en la reflexión.
A pesar de estas pequeñas carencias, “No es pecado” es una película visualmente atractiva, con una fotografía cuidada que destaca en las escenas de paisaje, especialmente en la representación del lago y de la naturaleza circundante. La banda sonora, discreta pero efectiva, complementa la atmósfera melancólica y sugiere el anhelo y la pérdida. La película plantea preguntas importantes sobre la naturaleza del amor, la ambición y el precio de la felicidad, invitando al espectador a reflexionar sobre sus propias elecciones y valores. Es una película que, si bien no llega a ser una obra maestra, merece la pena ver por su puesta en escena y las interpretaciones convincentes de sus protagonistas.
Nota: 7/10