“No hay santos” es una película que se aferra a la oscuridad, no por el mero gusto de hacerlo, sino como una revelación de la brutalidad y el aislamiento que pueden invadir la mente humana ante la tragedia. La dirección de Rodrigo Oráez logra una atmósfera claustrofóbica y palpable desde los primeros minutos, utilizando la fotografía en tonos apagados y una banda sonora minimalista que, lejos de ser opresiva, se convierte en una extensión del protagonista, reflejando su creciente locura. Oráez sabe crear un espacio visual que no solo es espeluznante, sino que se siente casi físico, impregnando la pantalla de una desesperación inminente.
La película se centra en un hombre, un ex-misionero, marcado por su pasado y atormentado por la pérdida de su esposa e hijo. No es un héroe convencido, sino un individuo roto, un hombre que ha perdido la fe y la moral, lo que lo convierte en un protagonista excepcionalmente complejo y, a su vez, más convincente. Javier Godino ofrece una actuación magistral, transmitiendo con una intensidad sombría la agonía interna y la determinación implacable de su personaje. Su mirada, llena de dolor y venganza, es el corazón de la película y, sin duda, la pieza central de su éxito. La interpretación de la esposa, interpretada por Daniela Arismendi, aunque breve, es memorable, logrando un impacto emocional inmediato.
El guion de Oráez y Benjamín Escoté es una delicia para aquellos que disfrutan de las narrativas no lineales y las ambigüedades. La trama se desarrolla a través de flashbacks fragmentados que nos revelan poco a poco el pasado del protagonista y las circunstancias que lo llevaron a la cárcel. Este ritmo deliberado no solo crea suspense, sino que también cuestiona la veracidad de la percepción del espectador, obligándonos a dudar de lo que vemos y de quién es realmente el antagonista. La película no ofrece respuestas fáciles ni finales consoladores; en cambio, se aferra a la incertidumbre, dejando al público con la sensación de que la verdadera lucha se libra dentro de la mente del protagonista. Sin embargo, a veces, esta insistencia en la ambigüedad puede sentirse un poco exhaustiva, y algunos tramos de la historia podrían haber sido más concisos.
La película explora temas profundos como la justicia, la venganza, la fe, la pérdida y la naturaleza de la identidad. No es una película para todos los públicos, ya que su tono sombrío, su violencia y su falta de convenciones cinematográficas pueden resultar perturbadores. Pero para aquellos que buscan una experiencia cinematográfica intensa y provocadora, "No hay santos" es una obra maestra del thriller psicológico. Es una película que se queda contigo mucho después de que los créditos finales han terminado de rodar, generando debate y reflexionando sobre las terribles consecuencias de la desesperación.
Nota: 8/10