No me chilles, que no te veo (1989)

“No me chilles, que no te veo” es una propuesta cinematográfica que, a pesar de su premisa intrigante y sus elementos de suspense, termina resultando un ejercicio de ingravidez narrativa. La película, dirigida por James Watkins, se lanza con una energía juvenil que, afortunadamente, se mantiene en gran parte, aunque la ejecución no siempre cumple con las expectativas planteadas. El resultado final es una mezcla peculiar de comedia negra, thriller y misterio, donde la falta de visión de uno de los protagonistas se convierte en un arma de doble filo que tanto beneficia como perjudica la trama.

La premisa de reunir a un invidente y un sordo en circunstancias extremas es interesante y ofrece la posibilidad de explorar la percepción y la comunicación de formas distintas. Sin embargo, el guion se aferra a clichés y situaciones que, en múltiples ocasiones, resultan forzadas. Las conversaciones entre Wally (Wally Karue) y Dave (Dave Lyons) a menudo son artificiosas y carecen de profundidad, limitándose a servir como excusa para la comedia. La trama se complica con la introducción de personajes secundarios, como la femme fatale (interpretada con un encanto superficial por una actriz que no se lanza con total convicción), que añade capas de intriga pero también resulta inverosímil. La resolución del misterio final es, cuanto menos, decepcionante, ofreciendo una conclusión apresurada y poco satisfactoria que deja con más preguntas que respuestas.

En cuanto a las actuaciones, Wally Karue y Dave Lyons logran transmitir la vulnerabilidad y la determinación de sus personajes con una honestidad que se echa de menos en algunas producciones. Karue, en particular, ofrece una interpretación conmovedora, sabiendo expresar la frustración de un hombre que lucha por encontrar su lugar en un mundo que no está diseñado para él. Lyons, por su parte, aporta un humor seco y a veces inusual a su papel, complementando las cualidades de su compañero de reparto. La química entre los dos actores es genuina y se percibe en cada escena compartida, lo que compensa en parte las deficiencias del guion.

La dirección de James Watkins se caracteriza por un estilo frenético y un montaje ágil que mantiene al espectador enganchado, incluso en las partes más inverosímiles de la historia. Utiliza eficazmente el sonido para crear una atmósfera de tensión y peligro, haciendo que los diálogos silenciosos entre Wally y Dave sean aún más impactantes. Sin embargo, la estética visual, aunque colorida, no logra elevar la película por encima de su trama convencional. La música, en su mayoría electrónica, contribuye a la sensación general de caos y desesperación, aunque a veces resulta un tanto estridente.

En definitiva, “No me chilles, que no te veo” es una película con un potencial inexplorado. Ofrece momentos de entretenimiento genuino y cuenta con dos actuaciones sólidas, pero su guion es demasiado frágil y su trama, demasiado predecible. No obstante, la película logra destacar por su peculiaridad y su dinamismo, convirtiéndose en una opción decente para aquellos que busquen una comedia de acción con un toque diferente.

Nota: 6/10