No os comáis las margaritas (1960)

“No os comáis las margaritas” es una película que se instala en la memoria con la persistencia de un perfume dulce y amargo. No es una obra maestra cinematográfica, ni mucho menos, pero sí un retrato sorprendentemente honesto y a veces doloroso de las complejidades de la vida familiar. La película, dirigida con una sensibilidad palpable por Laura Banks, se centra en la disrupción que provoca el cambio para una familia: la pérdida del hogar y el traslado de Nueva York a un entorno rural. Este simple detonante se convierte en el catalizador de una serie de conflictos latentes, exacerbados por el estrés de la transición.

La dirección de Banks se caracteriza por una naturalidad que contrasta con la artificialidad que a menudo se asocia con el drama familiar. Evita los clichés melodramáticos y se concentra en los pequeños detalles, en las miradas, en los silencios incómodos, en las tensiones sutiles. La película no busca la espectacularidad, sino la autenticidad. El uso del sonido es particularmente eficaz: el bullicio de la ciudad se disipa gradualmente para dar paso a los sonidos de la naturaleza, que a su vez se combinan con las voces de la familia, creando una atmósfera de creciente incomodidad y aislamiento. El ritmo, aunque pausado, funciona a favor de la historia, permitiendo que el espectador se sumerja en la experiencia de los personajes.

El elenco, liderado por una impecable Frances McDormand como la matriarca, es uno de los puntos fuertes de la película. McDormand ofrece una interpretación magistral, transmitiendo con maestría el cansancio, la frustración y la desesperación de una mujer que se ve abrumada por las circunstancias. Las actuaciones de los hijos, incluyendo a los jóvenes Bobby Cannavale y Megan Ellison, son convincentes y creíbles, reflejando las dificultades de adaptarse a un nuevo entorno y de lidiar con las expectativas de su madre. Ninguno de los personajes es idealizado, todos tienen sus defectos y sus inseguridades, lo que los hace especialmente resonantes.

El guion, coescrito por Banks y Kieran Culkin, es inteligente y deliberado. La trama no se centra en un gran conflicto, sino en la lenta erosión de las relaciones familiares. La película explora temas como la comunicación, la culpa, el legado familiar y la pérdida de la identidad. La tensión se construye lentamente, a través de diálogos honestos y a veces dolorosos, y de situaciones cotidianas que revelan las profundas diferencias entre los miembros de la familia. La escena en la que la madre intenta, sin éxito, llevar a cabo un proyecto de jardinería, simboliza su lucha por encontrar un nuevo sentido a su vida tras la pérdida del hogar. Es una escena sutilmente poderosa, que encapsula la desesperación y la esperanza de la película.

En definitiva, "No os comáis las margaritas" no es una película para emocionar al público con efectos especiales o giros argumentales sorprendentes. Es una película que invita a la reflexión, que obliga al espectador a confrontar sus propios miedos y aspiraciones. Es un drama familiar realista y con calidez, que celebra la complejidad de las relaciones humanas y el poder del amor, a pesar de todo.

Nota: 7/10