“No te fallaré” es una película que, a primera vista, podría parecer una simple y sentimental secuela de la emblemática “El Árbol de la Vida”. Sin embargo, bajo la superficie de un viaje de la juventud y una promesa eterna, se esconde una reflexión sobre la pérdida de la inocencia, la dificultad de mantener las amistades a lo largo del tiempo y las complejidades que implican las elecciones de vida. La película, dirigida con cierta delicadeza por Daniel Pérez Hierro, no se entrega a la nostalgia fácil, sino que explora con matices el desgaste emocional y la desilusión que puede acompañar a la madurez.
El guion, escrito por Pérez Hierro y Pablo Olmedo, se centra en la disrupción de la promesa de amistad entre Valle y Quimi, dos personajes que, en su adolescencia, parecían invencibles. La película no recae en clichés de sentimentalismo barato; la evolución de sus personajes se presenta como un proceso orgánico, aunque a menudo doloroso. La trama se complica de forma gradual, introduciendo elementos como la atracción de Valle por un traficante de drogas y el cambio radical de Quimi, que pasa de ser un rebelde a un hombre estable y comprometido. No obstante, estas nuevas circunstancias no se presentan como obstáculos imposibles de superar, sino como reflejos de la distancia que se ha abierto entre ellos. La película evita juzgar a ninguno de los dos, mostrando con honestidad las razones detrás de sus decisiones, aunque no necesariamente las justifique.
Las actuaciones son sólidas y naturales. Luis Tosar, en el papel de Valle, ofrece una interpretación convincente, transmitiendo con sutileza la desorientación y la vulnerabilidad del personaje. Su evolución es notable, y su relación con el nuevo interés romántico es particularmente bien construida. María Valverde, como Quimi, también brilla con luz propia, demostrando su versatilidad como actriz. La química entre ambos es palpable, lo que intensifica el drama de su distanciamiento. El resto del reparto secundario cumple con creces, aportando credibilidad al entorno de la película.
La dirección de Pérez Hierro es discreta pero efectiva. Evita la sobreexposición, permitiendo que la historia se desarrolle de forma pausada, dejando que el espectador se sumerja en la atmósfera melancólica de la película. La fotografía, con sus tonalidades apagadas y sus escenarios costeros, contribuye a crear una sensación de desolación y nostalgia. La banda sonora, integrada de forma sutil, amplifica el impacto emocional de las escenas clave. La película, en definitiva, es un retrato honesto y bien ejecutado de la pérdida de la juventud y las dificultades inherentes a mantener las promesas del pasado.
Nota: 7/10