No te lo vas a creer (2019)

“No te lo vas a creer” es un ejercicio de suspense psicológico que, aunque no llega a ser una obra maestra, se mantiene intrigante gracias a su ambición y a un guion que, en su mayoría, logra mantener al espectador en vilo. La premisa, aunque ya explorada en otras producciones, se presenta con un enfoque fresco y afortunado: un encuentro fortuito en un vuelo y la confesión de secretos, desencadenando un torbellino de verdades reveladas y engaños. El director, Richard Shepard, toma riesgos, jugando con la percepción del tiempo y la narrativa no lineal, lo que, si bien puede resultar desconcertante para algunos, añade una capa de complejidad que estimula la reflexión y obliga al público a cuestionar lo que está presenciando.

El guion se beneficia de un diálogo ágil y efectivo, que se centra en la construcción de personajes y sus motivaciones ocultas. La trama no se basa en el desarrollo de eventos espectaculares, sino en la interacción entre los dos protagonistas, Emma y Jack. La relación entre ambos evoluciona de manera orgánica, pasando del escepticismo inicial a una profunda vulnerabilidad. Sin embargo, la película a veces se muestra un poco demasiado recelosa de revelar información crucial, dejando algunas pistas que, aunque interesantes, no conducen a una conclusión satisfactoria. En ciertos momentos, la tensión se diluye por la necesidad de explicar constantemente lo que está sucediendo, socavando la atmósfera de misterio que la película intenta mantener. A pesar de ello, la fuerza de los personajes y el buen trabajo de los guionistas hacen que la historia sea absorbente.

Las actuaciones son, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película. Zoey Deutch, en el papel de Emma, transmite una autenticidad y un nerviosismo creíbles que la convierten en una protagonista con la que es fácil conectar. Su interpretación es sutil pero poderosa, evidenciando la fragilidad emocional del personaje. Asimismo, Kyle Bradley, como Jack, ofrece una actuación igualmente sólida. Captura a la perfección la figura del hombre reservado y algo melancólico, sin caer en estereotipos. Su mirada, a menudo cargada de tristeza, sugiere una historia de fondo compleja y dolorosa. La química entre ambos actores es palpable y contribuye significativamente a la dinámica de la película.

En cuanto a la dirección, Richard Shepard logra un equilibrio entre el suspense y la introspección. El uso de la música, principalmente electrónica y con toques melancólicos, es fundamental para crear la atmósfera adecuada. Los planos y los colores son cuidadosamente seleccionados, con una paleta de tonos apagados que refuerza la sensación de incomodidad y de aislamiento. La película no rehuye de mostrar un interior tumultuoso, y la cámara se adentra en la mente de los personajes, mostrando sus pensamientos y sus miedos más profundos. No obstante, el ritmo puede resultar desigual en algunos momentos, con escenas que se prolongan innecesariamente y otras que se sienten apresuradas. A pesar de ello, la película consigue mantener el interés del espectador hasta el final, sorpreciéndolo con un giro final que, si bien no es completamente inesperado, se siente satisfactorio y bien merecido.

Nota: 7/10