Nobody Walks (2012)

“Nobody Walks” es un ejercicio de estilo visual y una profunda meditación sobre la vacuidad del privilegio, aunque su ejecución, curiosamente, no logra alcanzar la profundidad que anhela. La película, dirigida por Crystal Clarke y William McGregor, nos presenta a Martine (Lulu Wilson), una joven artista de Nueva York, invitada a la casa de la familia Abernathy en Los Ángeles. Esta invitación, aparentemente benigna, se convierte en el detonante de una serie de revelaciones incómodas y, en última instancia, perturbadoras. La premisa es interesante, y el viaje de Martine, desde su desconcierto inicial hasta su lenta e inevitable confrontación con la realidad de la familia Abernathy, es el núcleo de la trama.

Clarke y McGregor se adscriben a un estilo visual deliberadamente frío y estético, casi de fotografía documental. La banda sonora, minimalista y con toques electrónicos, refuerza esa sensación de distanciamiento. La estética es impecable, meticulosamente construida, y con una paleta de colores sutil pero efectiva. Sin embargo, esta frialdad, que podría haber funcionado muy bien para acentuar la incomodidad y la desconexión de Martine, a veces se siente como un muro que impide una verdadera conexión emocional con los personajes. La película se centra en la *atmósfera*, pero a veces descuidando el desarrollo emocional de sus protagonistas.

Lulu Wilson ofrece una actuación sublime como Martine. Captura a la perfección la vulnerabilidad, la frustración y la creciente desilusión de la joven artista. Demuestra una gran capacidad de sutil articulación, transmitiendo un sinfín de emociones con la mínima expresión. Los miembros de la familia Abernathy – interpretados por un elenco que incluye a Alex Wolff, Michael Pitt y Phoebe dechiry – son, en general, convincentes, aunque algunos de ellos carecen de la profundidad necesaria para realmente explotar el potencial de sus personajes. Pitt, en particular, entrega una actuación inquietante y perturbadora como el padre de la familia, un hombre que proyecta una calma superficial que esconde un núcleo de oscuridad.

El guion, adaptado de un relato de Emily Gould, es el punto más débil de la película. Si bien la idea original es sólida, la ejecución es a veces torpe y la narrativa se pierde en digresiones innecesarias. Las conversaciones, a menudo largas y filosóficas, se sienten más artificiales que reveladoras. El guion se abstiene de llegar a conclusiones fáciles, presentando una mirada críptica al statu quo, pero a la vez, sin ofrecer un camino claro hacia la transformación o el entendimiento de sus personajes. Hay un deseo de provocar, de generar debate, pero la película a menudo se siente más preocupada por *ser* provocativa que por *decir* algo significativo.

En definitiva, “Nobody Walks” es una película visualmente atractiva con actuaciones destacadas, especialmente de Lulu Wilson. Sin embargo, su guion poco pulido y su estilo a veces distante impiden que alcance su máximo potencial. Es una película que invita a la reflexión, pero que a veces se pierde en su propia estética.

Nota: 6/10