Noche de titanes (1967)

“Noche de Titanes” (titulada en inglés “Jericho” y con una historia que evoca a westerns clásicos, pero con un giro moderno), no es una obra maestra cinematográfica, pero sí un entretenimiento sólido y, en ciertos aspectos, sorprendentemente eficaz. La película, dirigida por Kurt Wimmer, se centra en la lucha por el control de una ruta comercial crucial en un pequeño pueblo del oeste americano, un territorio donde la ley es más un concepto teórico que una realidad palpable. La película se beneficia de un tono sombrío y claustrofóbico que envuelve al espectador desde el principio, creando una atmósfera de tensión palpable que rara vez se disipa.

La dirección de Wimmer, aunque no especialmente innovadora, es funcional. Se centra en la construcción de la tensión y en el desarrollo de los personajes, utilizando un ritmo pausado que permite al espectador asimilar la desesperación y el peligro que se ciernen sobre los habitantes de Jericho. Las escenas de acción, con duelos a muerte fría y persecuciones en diligencias, son coreografiadas de forma competente y, aunque no alcanzan la espectacularidad de algunas producciones del género, cumplen su función de aumentar el nivel de compromiso del espectador. La puesta en escena, con la luz tenue y el paisaje árido, contribuye a generar la sensación de aislamiento y vulnerabilidad que impregna la narrativa. Sin embargo, la película se basa en un esquema narrativo bastante predecible, y las decisiones de cámara, aunque bien intencionadas, a veces recurren a clichés del género.

Las actuaciones son, en general, sólidas. Mark Wahlberg asume el papel de Alex Flood con una frialdad y un cinismo que le sientan bien. Su personaje es moralmente ambiguo, un tipo al que no puedes odiar completamente, y Wahlberg lo interpreta con una naturalidad que le otorga credibilidad. También destaca Jon Bernthal como Dolan, el ex-sheriff que se levanta para defender el honor de Jericho. Bernthal aporta una intensidad y una melancolía al personaje, creando una figura paterna y protectora que, a pesar del pasado turbio, resulta entrañable. Las secundarias actuaciones, aunque menos llamativas, cumplen su cometido y contribuyen al desarrollo de la trama. La dinámica entre los personajes, con sus alianzas y traiciones, es uno de los puntos fuertes de la película.

A pesar de sus virtudes, “Noche de Titanes” no está exenta de defectos. El guion, escrito por Wimmer y otros, a veces se vuelve un tanto artificioso, recurriendo a giros argumentales innecesarios y a diálogos que, en ocasiones, suenan forzados. La trama, aunque intrigante al principio, se complica en exceso hacia el final, perdiendo parte de su fuerza inicial. La banda sonora, aunque efectiva, se repite con frecuencia, lo que puede resultar irritante para el espectador. No obstante, la película logra mantener el interés hasta el final, gracias a la calidad de las actuaciones y a la atmósfera tensa que ha logrado crear. La película, en esencia, es un homenaje a los westerns clásicos, pero con un toque de thriller moderno, lo que la convierte en una opción interesante para aquellos que buscan un entretenimiento de acción con un trasfondo moralmente complejo.

Nota: 7/10