Noches de Broadway (1989)

“Noches de Broadway” (1948) es un film noir clásico que, a pesar de su evidente influencia de Humphrey Bogart, ofrece una experiencia cinematográfica más rica y sutil que la simple recreación de su estilo. El director Vincent Sherman, conocido por su trabajo en comedias musicales, se atreve a sumergirse en la opulencia y el peligro del mundo del teatro de Nueva York en la época de la posguerra, creando una atmósfera densa y palpable que te atrapa desde los primeros minutos. No es una película de acción frenética, sino una meditación sobre la ambición, el engaño y la fragilidad de la fachada que se construye en la gran ciudad. El ritmo es deliberadamente pausado, permitiendo al espectador absorber la complejidad de las relaciones y los personajes.

La historia, aunque aparentemente sencilla, se beneficia de una dirección impecable. Sherman domina la fotografía en blanco y negro, utilizando la luz y la sombra para crear ambientes inquietantes y sugerir lo que no se muestra explícitamente. Las escenas nocturnas, iluminadas con la luz tenue de los bares y los teatros, son particularmente memorables, evocando una sensación de peligro inminente y secretismo. El uso del color (en las escenas de los vestuarios y los escenarios) contrasta fuertemente con el resto de la película, subrayando el mundo artificial y el glamour superficial que se presenta ante el público.

La película se centra en Margaret, interpretada con una elegancia y una reserva convincente por Lauren Bacall. Bacall, en un papel que explota sus mejores cualidades, ofrece una interpretación que va más allá de la simple belleza. Su Margaret es una mujer poderosa, acostumbrada a tener lo que quiere, pero que lleva dentro una profunda tristeza y un miedo a ser vulnerable. La química entre ella y Alan Marshal, quien interpreta al detective duro y al que le cuesta creer en la bondad humana, es otro de los puntos fuertes de la película. Marshal, aunque no destaca por su carisma, interpreta al detective con una honestidad y una credulidad que hacen que la audiencia se sienta genuinamente interesada en su investigación. El antagonista, interpretado por Fred MacMurray, es un villano carismático, con una frialdad y una sofisticación que lo convierten en un oponente formidable.

El guion, coescrito por un equipo de varios autores, se beneficia de la maestría de la narrativa visual de Sherman. Aunque la trama principal se centra en el asesinato, la película explora temas más amplios, como la corrupción, el abuso de poder y la pérdida de la inocencia. Los diálogos, concisos y afilados, están llenos de ambigüedad y de posibles interpretaciones, lo que contribuye a la atmósfera de suspense que impregna la película. La estructura narrativa, con sus giros inesperados y sus revelaciones graduales, mantiene al espectador enganchado hasta el final. No es una película que busque la satisfacción inmediata del espectador; recompensa a quienes la disfrutan a un ritmo más lento, otorgándoles la satisfacción de descubrir la verdad a través de la lente de la observación y la deducción.

Nota: 8.5/10