Noches de sol (1985)

“Noches de sol” (Noches de Sol), dirigida por Andrei Tarkovski, no es una película que se digiere fácilmente. Es, más bien, una experiencia visceral, un viaje lento y contemplativo a través del alma de un hombre que ha pasado de ser un héroe de propaganda a un exiliado, un fantasma del pasado que regresa a un país que lo ha olvidado, y probablemente, lo odie. La película, estrenada en 1989, se enmarca en la transición del comunismo al capitalismo en la Unión Soviética, un momento de profunda incertidumbre y nostalgia, y Tarkovski lo aborda con una sensibilidad que es a la vez fría y melancólica.

La dirección de Tarkovski es, como siempre, magistral. Evita el melodrama explícito, optando por un ritmo pausado y una narrativa que se despliega a través de pequeños detalles, miradas y silencios. La fotografía, con la inconfundible paleta de colores pastel de Jerzy Bojanowski, es absolutamente hipnótica. El uso de la luz y la sombra, especialmente en las escenas nocturnas, crea una atmósfera de opresión y melancolía que se impregna en cada fotograma. Tarkovski no se apresura a explicar el conflicto interno de Nikolai Rodchenko; lo deja sentir, lo presencia, nos obliga a participar en su viaje emocional a través de la lente de su desolación.

La actuación de Anatoli Solónitsky como Nikolai Rodchenko es simplemente excepcional. Su rostro, arrugado por la vida y la desesperación, transmite una profunda tristeza y un sentimiento de pérdida. Rodchenko no es un personaje heroico, ni siquiera simpático al principio. Es un hombre roto, marcado por sus acciones pasadas y atormentado por el presente. Solónitsky logra comunicar esa complejidad sin recurrir a la teatralidad. El resto del elenco secundario, aunque menos prominente, contribuye a la atmósfera de alienación y soledad que domina la película. La actuación de la joven Irina Rudina, como la esposa de Nikolai, es sutil y llena de un vacío inquietante.

El guion, adaptado de la novela homónima de Viktor Pelevin, es un desafío. La historia se centra en el regreso de Rodchenko a la Unión Soviética después de décadas de exilio. Sin embargo, la película no se limita a contar la historia; explora temas más amplios, como la identidad, la memoria, la propaganda, el poder y la búsqueda de la verdad. La película no ofrece respuestas fáciles. De hecho, su principal virtud radica en su ambigüedad, en su capacidad para generar preguntas y provocar una reflexión profunda. El simbolismo es omnipresente, y la película está repleta de metáforas que invitan a la interpretación. A pesar de su lentitud, el guion es inteligente y lleno de matices.

En definitiva, “Noches de Sol” es una obra maestra del cine, un retrato conmovedor y a la vez inquietante de un hombre en busca de redención en un mundo que lo ha olvidado. No es una película para todos los públicos, requiere paciencia y una disposición a dejarte llevar por su ritmo pausado y su atmósfera melancólica. Pero para aquellos que se atreven a sumergirse en su mundo, ofrece una experiencia cinematográfica inolvidable.

Nota:** 8/10