Norbit (2007)

“Norbit” es una experiencia cinematográfica intensa, perturbadora y profundamente desconcertante que, a pesar de sus evidentes defectos técnicos, logra dejar una marca indeleble. La película de Terry Silverstein, dirigida por Tony Kaye, es una inmersión oscura y visceral en la vida de Norbit (Eddie Murphy), un hombre marginado y atormentado por las circunstancias, tanto las heredadas como las que él mismo ha cultivado. La película no busca complacer al público; se atreve a mostrar la miseria, el racismo y la alienación con una brutal honestidad que resulta incómoda y, a veces, repugnante.

La dirección de Kaye es, sin duda, la fuerza motriz de la película. Su utilización del formato “jump cut” – cortes repentinos que fragmentan la narración y desestabilizan la percepción del espectador – no es un simple recurso estilístico, sino una herramienta fundamental para transmitir la confusión y el aislamiento de Norbit. La estética visual es deliberadamente caótica, una representación de su mente fragmentada y sus relaciones disfuncionales. El uso de la cámara en primer plano y el encuadre a menudo cercano generan una intimidad perturbadora, obligando al espectador a confrontar directamente la desesperación de Norbit. No obstante, el exceso de estas técnicas a veces resulta distractivo, casi opresivo.

Eddie Murphy ofrece una interpretación excepcionalmente comprometida y, a mi parecer, la mejor de su carrera. El retrato de Norbit es honesto, vulnerable y, en ocasiones, grotesco. Murphy abandona la comedia para explorar la profundidad de la desesperación, la humillación y el miedo a la soledad. Su actuación está marcada por una quietud contenida que contrasta con las situaciones absurdas y degradantes a las que se ve sometido. La química entre Murphy y Thandie Newton, como Kate, también es notoria, ofreciendo un rayo de esperanza efímero en medio de la oscuridad.

El guion, coescrito por Silverstein y Kaye, es complejo y a menudo problemático. Presenta situaciones extremadamente incómodas y algunas escenas que pueden resultar ofensivas. Sin embargo, la película explora temas importantes como el racismo sistémico, la pobreza, la adicción y el trauma. La trama, aunque a veces se siente desconectada y carente de ritmo, sirve principalmente como vehículo para exponer la realidad de Norbit y sus demonios internos. El uso del humor negro, aunque presente, es sutil y no busca provocar risas, sino más bien un escalofrío de repulsión. La película se centra en el impacto psicológico de la vida de Norbit en sí mismo, más que en una trama lineal o un mensaje moral claro.

En definitiva, “Norbit” es una película difícil de ver, pero también una experiencia cinematográfica valiosa. No es fácil de disfrutar, y no pretende serlo. Es una obra de arte perturbadora que invita a la reflexión sobre la condición humana y la marginación. No es una película para todos, pero para aquellos que estén dispuestos a enfrentarse a su oscuridad, puede resultar profundamente impactante.

Nota: 7/10