“Nowhere Boy” no es, ni pretende ser, un biopic sobre el nacimiento de los Beatles en su totalidad. Es, en cambio, una exploración íntima y dolorosamente honesta de la infancia y la adolescencia de John Lennon, un periodo de su vida virtualmente ignorado por la iconografía oficial. Matt Greenhalgh, el responsable de “Control”, no se centra en los riffs de guitarra o en la explosión mediática del grupo, sino que se adentra en las profundidades de un joven atormentado, un muchacho profundamente inseguro que se refugia en la música para escapar de un ambiente familiar disfuncional y, en última instancia, de su propia identidad.
La película destaca por su atmósfera palpable de inquietud y desesperación. La dirección de fotografía, en tonos grises y apagados, contribuye a la sensación de aislamiento y vulnerabilidad de John. No hay glamour ni canciones pop que distraigan del conflicto interno del protagonista. Greenhalgh logra, sin embargo, crear un retrato complejo de un joven que, aunque rebeldía y con una inclinación precoz hacia el arte, es esencialmente un niño herido por la falta de una figura paterna y por las constantes tensiones entre su tía Mimi y su madre Julia. La relación entre estas dos mujeres, marcada por la desconfianza y la rivalidad, es el eje central de la primera mitad de la película y se presenta con una brutalidad que, a veces, resulta incómoda, pero que es fundamental para entender la psique de John.
La actuación de Aaron Taylor-Johnson es, sencillamente, sublime. Superando sus papeles más cómicos, Taylor-Johnson se sumerge completamente en el papel de John Lennon, transmitiendo con una convicción impresionante la inteligencia, la sensibilidad y la angustia del personaje. Su interpretación no es la de un icono musical, sino la de un joven vulnerable, inseguro de sí mismo, que lucha por encontrar su lugar en el mundo. La química con Jamie Bell, quien interpreta a Paul McCartney, es excepcional. Ambos actores logran capturar la dinámica juvenil, la amistad genuina y la conexión musical que los une desde el principio.
El guion, a pesar de su lentitud en algunos momentos, se caracteriza por su honestidad brutal. No romantiza ni idealiza la vida de John Lennon, sino que expone su dolor, su ira y sus inseguridades con una franqueza que puede ser desconcertante. Greenhalgh, en lugar de simplificar la historia, la hace más compleja y conmovedora. “Nowhere Boy” no ofrece respuestas fáciles, sino que plantea preguntas incómodas sobre el origen de un mito, sobre el impacto de la familia y el trauma en la formación de la identidad. Es un retrato honesto de un hombre, de un joven, de un hombre que, a pesar de su fama, nunca superó sus demonios interiores. La película, en definitiva, se erige como un testimonio poderoso sobre las raíces de una leyenda.
Nota: 8/10