NR. 24 (2024)

“NR. 24” (NR. 24) no es una epopeya grandilocuente ni una reconstrucción histórica impecable. Más bien, es una película intimista, un drama de guerra personal que se construye lentamente, con una paciencia casi admirable, y que resulta profundamente conmovedora en su sencillez. Dirigida por Tarkovskij, y ambientada en el noruego de 1940, la película nos presenta a Sven Tore Eriksen (interpretado con una sutileza conmovedora por Stellan Skarsgård), un prisionero de guerra que se convierte en el punto de inflexión para una resistencia silenciosa y gradual. La película no se centra en batallas o heroísmos grandiosos, sino en la transformación de un hombre ante la brutalidad y la deshumanización del conflicto.

Tarkovskij, como es habitual en su filmografía, evita los clichés bélicos. La guerra no se muestra como un espectáculo de violencia, sino como una fuerza omnipresente que corroe la moral, la fe y la esperanza. La iluminación, característicamente sombría y apagada, refleja la desesperación del ambiente. El paisaje noruego, con sus montañas imponentes y su paisaje austero, se convierte en un personaje más, un testigo silencioso de la lucha interior de Eriksen. La cinematografía es exquisita, con planos largos y contemplativos que permiten al espectador sumergirse en la atmósfera opresiva del lugar y en el estado mental del protagonista.

El guion, adaptado de la novela homónima de Vegard Skarsgard, es preciso y delicado. Se centra en la evolución de Eriksen, un hombre taciturno y reservado, cuya rutina monótona en el campo de concentración se ve interrumpida por la llegada de un nuevo prisionero, Jo (Magnus Cilius), un joven poeta y activista. La relación entre ambos se establece como el eje central de la película, un lazo de solidaridad y esperanza en un entorno de miseria y deshumanización. La película no ofrece respuestas fáciles; la resistencia se manifiesta en pequeños actos de desafío, en el intercambio de ideas, en la preservación de la dignidad humana ante la indiferencia y el maltrato.

Las actuaciones son excepcionales. Stellan Skarsgård ofrece una interpretación magistral, transmitiendo la complejidad emocional de su personaje con una mirada intensa y una expresión facial que habla más que mil palabras. Magnus Cilius también brilla con luz propia, aportando una vitalidad y una rebeldía que contrastan con la resignación de Eriksen. Sin embargo, es la dirección de Tarkovskij la que realmente destaca. Su maestría para crear atmósferas y transmitir emociones sutiles es asombrosa. “NR. 24” no pretende ser un espectáculo visual; es una experiencia emocional que requiere de la paciencia y la atención del espectador. La película, con su lentitud deliberada, nos invita a reflexionar sobre la naturaleza de la resistencia y el valor de la esperanza incluso en los momentos más oscuros.

Nota: 8/10