Nuestra canción de amor (2010)

“Nuestra canción de amor” es una película que, a pesar de contar con un premisa emocionalmente resonante, se entrega con una sensibilidad y un cuidado directorial que a menudo se echan de menos en el cine contemporáneo. La historia, centrada en la relación improbable entre una cantante paralítica, Lila, interpretada con una quietud y profundidad excepcionales por Sarah Paulson, y un ex-luchador con una lesión en la espalda, Daniel, a quien corresponde la elocuencia y el carisma de Michael Shannon, es una exploración conmovedora de la resiliencia, la búsqueda del propósito y la superación personal. Desde el inicio, la dirección de Justin Kurzel (conocido por su trabajo en ‘Macbeth’) se caracteriza por un ritmo pausado, que permite que la relación entre los personajes se desarrolle con naturalidad, evitando caer en melodramas gratuitos.

La película no se limita a la simple representación de la adversidad. Kurzel y su equipo visuales se preocupan por el detalle, utilizando la luz y el color para reflejar el estado emocional de los protagonistas. Los planos largos, a menudo centrados en los rostros de Paulson y Shannon, transmiten una sensación de introspección y vulnerabilidad. La banda sonora, integrada de manera orgánica en la narrativa, funciona como un elemento más que refuerza la intensidad emocional de la historia, especialmente en las escenas donde la música se convierte en una liberación para Lila. No obstante, a veces se nota cierta cautela en la representación del sufrimiento físico, quizás por un deseo de no ser excesivamente explícito. Esto, si bien comprensible, podría haber añadido más crudo impacto a ciertos momentos.

La actuación de Michael Shannon es, sin duda, uno de los puntos fuertes de la película. Su personaje, un hombre atormentado por su pasado y su presente, evoluciona a lo largo de la historia, revelando capas de complejidad y dolor. Sin embargo, la película, en general, confía mucho en la expresividad de Paulson. Si bien su interpretación es magistral, la trama parece, en ocasiones, reposar demasiado en su capacidad para transmitir emociones a través de la mirada y el gesto. Esto, aunque efectivo, podría haber beneficiado la dinámica entre ambos protagonistas, que, a pesar del evidente cariño que se infunde en su relación, a veces se percibe un poco plana.

El guion, coescrito por Eric Roth, se centra en el viaje de ambos personajes, no tanto en la descripción de sus traumas. La elección de Memphis, ciudad natal de Elvis Presley, como destino del viaje es significativa, sirviendo como un símbolo de la búsqueda de la trascendencia y la posibilidad de reinventarse a uno mismo. Las escenas en los clubes de música de la ciudad, con Lila intentando cantar y Daniel observándola con admiración, son particularmente memorables. Sin embargo, la resolución, aunque emotiva, llega a sentirse un poco apresurada y predestinada. Se termina ofreciendo una epíndoca de esperanza que, si bien es válida, no está del todo justificada por lo que la película ha construido hasta el final.

Nota: 7/10